jueves, 16 de enero de 2020

Rudra



La mitología hindu nos ofrece una concepción cosmológica muy parecida a las conclusiones de la física teórica actual. Al igual que los griegos presocráticos de la escuela atomista, cuya intuición les llevó a ver una realidad compuesta por minúsculas partículas que componen el mundo fenoménico, las escrituras hindúes parecen señalar en un lenguaje metafórico los ulteriores secretos del universo.

Rudra es un dios hindú, significa el rugidor, aparece en el Rig-veda, texto que se remonta al segundo milenio a.C. La existencia comenzó con un gran rugido, un sonido, una vibración cósmica. En otro lado hemos escuchado que al principio era el verbo, y la palabra era Dios. Rudra es el alfa y el omega. El modelo de la física teórica actual habla de una gran explosión o big bang, de un gran rugido, y de ese gran rugido se concatenan las eras del universo. Algunos yoguis afirman que estamos en el ciclo 84, es decir, que han habido por ahora 84 big bangs. ¿Cómo lo saben? Ellos afirman que mediante el conocimiento profundo de lo que uno es, a través de la profunda introspección del Ser, puedes conocer la estructura cosmológica de todo el universo, el macrocosmos (universo) se alcanza mediante el conocimiento del microcosmos (tú). Al igual que cuando observamos el tronco de un árbol y mediante sus anillos podemos conocer su edad, los años en los que hubo sequía, inundaciones  y demás, mediante el conocimiento de tu ser más interior podemos conocer la estructura cósmica universal, nuestro cuerpo guarda memoria de todos los acontecimientos pasados.La pluralidad de fenómenos aparentes se concentra finalmente en una unidad universal. Rudra y Shiva comparten muchas características, de ahí la similitud de sus representaciones.

lunes, 13 de enero de 2020

Yoga, un mapa del interior




El yoga se puede definir de muchas formas, hay muchas escuelas con diferentes filosofías y métodos. Pero hay algo común que caracteriza su práctica, y es volver la mirada adentro. Nuestras sociedades occidentales siempre han puesto en el punto de mira de la felicidad en lo externo, las cosas materiales, el dinero, tengo esto y aquello. Desde pequeños la cultura occidental nos apremia a producir y a regocijarnos en las cosas materiales. No está mal comerse un buen filete o conducir un descapotable, pero los niveles de adicción y el modelo de felicidad propuesto hace aguas por todas partes. No nos enseñan a ser felices sino a estar dentro de la rueda de hámster, en la pantalla, ya ni siquiera te tratan como ser humano, ahora eres marca, eres información para la big data. La gente quiere ser bonita, ganar mucho dinero y que le aplaudan por lo que hace, condicionamiento cultural. Es una mezcla de fuerte materialismo (soy lo que tengo) y una especie de adicción desmedida a lo que los demás piensan de mí, hoy en día las personas a través de las redes sociales se han vuelto yonkis de la aprobación ajena. Esas son, a grandes rasgos, la síntesis del momento en el que atravesamos.

El sujeto vive volcado y valora constantemente, esto me satisface y esto lo repudio, lo que quiero lo deseo y lo que me provoca temor lo evito. La vida humana es esencialmente psicológica, Vivimos constantemente imbuidos en pensamientos, de lo que fue, de lo que será, algún deseo pendiente o algún movimiento en la autoestima. Y en ese juego de dualidades entre lo que consideras oportuno a llamar bueno o malo, uno se siente feliz si las cosas le marchan bien y mal cuando estas le faltan. Es una forma peligrosa de vivir, ya que la felicidad, algo que debería ser sagrado en el desarrollo vital, queda en manos de las circunstancias externas, no eres dueño de tu propia felicidad si el entorno no baila a tu gusto. El problema de verter la mirada a lo externo es que cuando las circunstancias deseadas no se dan como queremos entonces somos infelices. Parece ser que la felicidad no puede durar, se escapa, y lo que resulta más doloroso, es que la buscas más allá de ti. Puede que la busques comprando un coche nuevo, yendo de compras o al utilizar determinada marca de champú, hoy en día el proceso de identificación con las marcas y productos ha llegado al extremo de lo ridículo. Desde luego nuestro entorno cultural no ayuda demasiado.

La propuesta del yoga es que la felicidad, ananda, está en ti, no busques más afuera. No hace falta tener para ser feliz. “Mientras pienses que necesitas cosas para ser feliz, en su ausencia te volverás miserable” decía Nisargadatta Maharaj. Desde bien pequeñitos tenemos un montón de cosas pero la carrera del deseo es insaciable, cuando logra lo propuesto ya está buscando otra cosa. Es algo que todos hemos experimentado. La propuesta de la filosofía india y del yoga es un viaje al interior, más allá del torrente de pensamientos que nos embotan, es una praxis, no una teoría, por eso se propone la meditación y otras prácticas, una forma de aquietarnos para abrir nuevos espacios internos que dan lugar a la calma y a la ecuanimidad. Llevamos demasiado equipaje, práctica yoga y vuelve tu equipaje más ligero, retoma la mirada al interior, al claro del bosque.

jueves, 19 de diciembre de 2019

Agastyar

“Agastyar está considerado como el primer Siddha, y uno de los siete sabios prominentes (sapta-rsis) que constituyen las autoridades de la sabiduría humana de los Vedas”.  (El Yoga de los 18 Siddhas, Antología de textos,  T.N. Ganapathy y Marshall Govindan, pg 67).

Agastyar parece ser el primer el Siddha. Las historias que se le atribuyen están en un orden cosmológico totalmente diferente. Se dice que Indra le pidió ayuda en su lucha contra los demonios del mar y Agastyar absorbió los océanos en su ayuda. En otra fue enviado al sur de la Tierra por Shiva para restablecer su equilibrio. También ejecutó a dos demonios, Vatabi y Villalba, que sembraban el terror y la destrucción. Se le atribuye la creación del Río Kaveri en sur de la India y algunos himnos védicos.

Fue el mismo Señor Muruga quien le inició, Agastyar recibió directamente las enseñanzas de un Dios. Sus logros están a la altura de sus enseñanzas. Participó activamente en la vida humana, y contribuyó enormemente al desarrollo de la sociedad. Fue un gran erudito, se le atribuyen 190 obras que abarcan diversas temáticas como medicina, astronomía, química, farmacia y cirugía. Su dominio sobre todos los planos le permitió divinizar su cuerpo y esquivar a la propia muerte pudiendo vivir durante cientos o miles de años. Alcanzó el samadhi en Tiruvanatapuram. No es de extrañar que muchos de los otros Siddhas recibieran sus enseñanzas y que sus discípulos alcanzasen cotas inimaginables.

Las enseñanzas de Agastyar podemos encontrarlas en el Tirumandiram. Sus poemas apuntan al potencial que encierra cada ser humano, cada uno de nosotros, para divinizarnos. El ser humano puede desprenderse de su ignorancia y deviene en una nueva condición ante la desaparición del ego. En ese momento el Jiva se convierte en Shiva. esto es, el individuo se convierte en dios. Nuestro verdadero Ser se funde en lo divino. “ Los jivas, que son eternos, han recibido vida y cuerpo de Siva/Sakti para que puedan deshacerse de sus impurezas primordiales y llegar a ser verdaderamente puros y libres.” (Tirumandiram, vol.1 pg 148, Traducción al inglés y notas del Dr. B. Natarajan, D. Lit. Edición de M. Govindan, M.A.)

Desde una perspectiva más familiar y cercana, podemos decir con ciertas cautelas que Platón venia a decir prácticamente lo mismo. El alma encarna en un cuerpo, y en el cuerpo olvida. Olvidamos lo que somos y nos dejamos arrastrar por las imágenes de la caverna, el mundo como apariencia. Curiosamente para Platón conocer es recordar, recordar que el alma, nuestro verdadero Ser  (purusa) pertenece al Mundo de las Ideas, a ”Shiva”. El camino de regreso a casa, la salida de la caverna platónica.

Este es el camino del yogui, el autoconocimiento más allá de los deseos que finaliza en el cumplimiento de la naturaleza misma en su estado más elevado. El yogui deja partir lo que no es para volver la cara a lo que es. Activa la energía primordial que descansa en la base de la columna para elevarlo a los centros superiores de consciencia. La forma más fácil y rápida de realizar el proceso es practicando yoga, sadhana. Dicen los Siddhas que tu felicidad depende de la cantidad de sadhana que hagas.

Algunos versos de Agastyar recogido en el volumen 1 del Tirumandiram:

424. El descenso de la Gracia
La gracia de Bindu descendió desde las montañas cubiertas de nubes, impregnó el universo y todos los rincones,
entró en Pranava y habita como Kundalini en Muladhara.

440. El ojo no se ve a sí mismo
Una arcilla, muchos los receptáculos; un Dios impregna a todas las especies; el ojo percibe cosas diversas (1) aunque a sí mismo no se ve.
Así es, no vemos al Dios que está en nosotros.

460. El Jiva tiene consciencia y deseos
Allí en el útero preñado,
el alma está en quiescencia primordial (estado turiya). Desde ese estado, Maya y su tribu la elevan
y le ortorgan Consciencia
y las ocho evoluciones de Maya -deseos y el resto. Así dicen las Escrituras, sagradas y verdaderas.

504. El Señor hace las cosas apropiadas para aquellos del tierno amor
A aquellos que están destinados a ser, dejadles que sean;
a aquellos que están destinados a no ser, dejadles que no sean;
a aquellos que están destinados a ir, dejadles ir;
a aquellos que están destinados a venir, dejadles venir.
El Todopoderoso Nandi lo muestra todo y es testigo de todo.
Todas las cosas apropiadas Él hace
para aquellos que Le aman con ternura.






miércoles, 11 de diciembre de 2019

Los 18 Siddhas de la tradición Tamil

Uno de los linajes de Kriya Yoga es el de los Siddhas de la tradición Tamil. Se dice que 18 Siddhas, esto es, seres perfectamente iluminados, constituyeron el inicio de un movimiento milenario que estamos recuperando en estos días. Su sabiduría estaba más allá de la comprensión humana, sus conocimientos sobre medicina, anatomía, astronomía y el funcionamiento del cuerpo y de la psique humana estaban a un nivel totalmente diferente. Ellos representan la personificación del Tantra, no como comúnmente se malinterpreta sugiriendo sexo y desenfreno. Tantra significa red, y estos seres perfectamente iluminados abogaban por la autorealizacion sin la renuncia ni del mundo ni del cuerpo.  no solo podían glorificar al Ser sino que también divinizaban su cuerpo, rompiendo los límites que generalmente éste representa, llegando a vivir durante cientos e incluso durante miles de años. Su legado permanece en frágiles hojas de palma, que la actual a Orden de Los Acharyas del Kriya Yoga de Babaji intenta recuperar y salvar a toda costa. La fragilidad de las hojas de Palma hace que unas inundaciones, (como ya ha sucedido), o cualquier tipo de catástrofe puedan provocar la desaparición total de esta sabiduría milenaria.

Se dice que los Siddhas entraban en profundos estados de samadhi que duraban meses y en ocasiones hasta años, escribían unos versos como regalo a los honestos aspirantes que son recogidos en el Tirumandiram, una obra magna que aglutina las perlas de estos seres realizados de la tradición Tamil Nadu y que han sido recientemente publicadas, después de permanecer desaparecidas durante muchos años. Es un trabajo titánico que poco a poco va saliendo a la luz.

Los Siddhas no adoraban a ningún Dios concreto, ni tenían una religión predilecta, huían de las élites religiosas y de cualquier forma de pensamiento cerrada y excluyente. Atacaban los sistemas de casta, los fanatismos, la instauración de credos impuestos y elevaban su vida al amor y a Dios. Su estilo de penumbra, oculta sus significado ante los ojos de los curiosos, asegurando así que su legado fuese comprendido por aspirantes honestos. Uno de los Siddhas reconocidos por la tradición es Patanjali, autor de los Yogasutras, representado con medio cuerpo humano y la parte inferior de serpiente, aludiendo al poder de la Shakti que reside en cada uno de nosotros.

Aquí dejo una representación de Boganathar, uno de los grandes maestros de Kriya Babaji Nagaraj.



miércoles, 15 de mayo de 2019

La Filosofía del Yoga de Patanjali (III): Ignorancia y experiencia


"Todas las experiencias incluídos los sueños surgen de la ignorancia" dice el maestro tibetano Tenzin-Wangyal Rinpoche. En su obra "El Yoga de los Sueños", tiene una introducción sobre el tema tan brillante, que no he podido evitar escribir sobre ella. Aunque el título de la entrada hace referencia a Patanjali y a su obra clásica de los Yogasutras, el trato que se le da a la ignorancia (avidya) en ambos campos (budismo y yoga) es muy similar en su estructura y forma, por no decir que son casi idénticos. Las diferencias entre ambos campos se darán a un nivel metafísico muy ulterior, que poco tienen que ver con el tema que nos proponemos a tratar ahora.

Para los occidentales, decir que las experiencias y los sueños brotan de la ignorancia es una afirmación que puede resultar chocante, así que nuestro primer paso es definir la ignorancia. Podemos definir dos tipos de ignorancia: la ignorancia innata y la ignorancia cultural. La ignorancia innata es la característica que define a todos los seres ordinarios y la base de maya o samsara. En ella lo que ignoramos es nuestra verdadera naturaleza (purusa), y la verdadera naturaleza del mundo, que resulta en los enredos con los engaños de la mente dual. Es la identificación con los procesos psicomentales que emergen de nuestra mente la que nos hace creer que existe un yo y como consecuencia un otro. La mente particiona y conceptualiza la realidad teniendo un "yo" como centro, que es correspondido por los movimientos mentales, naciendo un "ego" con el que nos identificamos constantemente, dándole una identidad y existencia al torrente de nuestros pensamientos, bajo esa identificación con lo que creemos ser caemos en la ignorancia. Como consecuencia de esa perspectiva dualista nos encontramos con que:

 "El dualismo rectifica las polaridades y dicotomías. Divide la unidad indivisible de la experiencia en esto y aquello, lo bueno y lo malo, tú y yo. Basados en estas divisiones conceptuales, desarrollamos preferencias que se manifiestan como ambición y aversión; éstas son las respuestas habituales que definen aquello que identificamos como lo que somos. Queremos esto y no aquello, creemos en esto y no en aquello, respetamos esto y menospreciamos aquello. Queremos placer, comodidad, riqueza y fama, y tratamos de escapar del dolor, la pobreza, la vergüenza y la incomodidad. Queremos estas cosas para nosotros mismos y para aquellos a quienes amamos, sin importarnos lo que suceda a los demás..."

De nuestra ignorancia respecto a lo que somos, y lo que el mundo realmente es,  nace y se consolida esa dualidad epistemológica que desarrollamos fuertemente de manera innata. Es una ignorancia de carácter metafísico, de primer orden, en una categoría ontológica que escapa a nuestro alcance. Yo, el mundo, los demás, todo como entes externos e individuales ajenos a mi. De esta primera ignorancia con la que nacemos es de donde surge nuestra visión errada de lo que somos y de lo que la naturaleza es, como si hubieramos nacido con una lente desenfocada que distorsiona e impide cualquier claridad. Es la caverna de Platón, estamos sumidos en la oscuridad y la ilusión. Y la visión dualista del mundo se impone como la más natural y sensata, construida sobre un edificio conceptual al que llamamos realidad. Una superposición de imágenes que aparecen constantemente en la mente.

El segundo tipo de ignorancia con el que vamos a tratar es la "ignorancia cultural"  el individuo nace siempre en una circunstancia, en un entorno, y será ahí donde se agudice esa ignorancia con más fuerza a través de la tradición y el entorno cultural.

"Existe un segundo tipo de ignorancia que está condicionada culturalmente. Aparece cuando los deseos y las aversiones se institucionalizan en la cultura y se codifican en el sistema de valores. Por ejemplo: en India, los hindúes creen que es incorrecto comer carne de vaca, pero consideran apropiado comer puerco; en cambio, los musulmanes creen que es apropiado comer carne de vaca, pero tienen prohibido comer puerco. Los tibetanos comen ambos. ¿Quién está en lo correcto? El hindú cree que los hindúes están en lo correcto. El musulmán cree que los musulmanes están en lo correcto. Y el tibetano cree que los tibetanos están en lo correcto. Estas diferentes creencias surgen de las predisposiciones y creencias que son parte de cada cultura, no de una sabiduría básica."

Es lo que en antropología se conoce como el relativismo cultural. Son las costumbres y los sistemas de valores de la cultura en la que nacemos, que se trasmiten a través de las generaciones, dando forma a la cultura y los valores morales que condicionan cada sociedad y cada época.

"La ignorancia cultural se desarrolla y preserva en tradiciones; permea todas las costumbres, opiniones, sistemas de valores y de conocimiento. Tanto los individuos como las culturas aceptan estas preferencias como algo tan fundamental que las confunden con el sentido común o con la ley divina. Crecemos apegados a ciertos valores, a un partido político, un sistema médico, una religión, una opinión acerca de cómo deben ser las cosas. Pasamos por la escuela primaria, la secundaria y quizá la universidad y, en cierto sentido, cada diploma es un trofeo ganado en el camino del desarrollo de una ignorancia más y más sofisticada. La educación refuerza el hábito de ver el mundo a través de determinado lente. Podemos volvernos expertos en una perspectiva equivocada, volvernos muy precisos en nuestra forma de entenderla y relacionarnos con otros expertos. Lo mismo puede ocurrir con la filosofía, en la que uno aprende con detalle sistemas intelectuales y desarrolla la mente para hacer de ella un agudo instrumento inquisitivo. Sin embargo, mientras no traspasemos nuestra ignorancia innata, sólo estaremos desarrollando un prejuicio adquirido, no la sabiduría básica. Nos apegamos a las cosas más nimias: una marca específica de jabón o un corte de pelo determinado. En otra escala, desarrollamos sistemas políticos y religiosos, filosofías, psicologías y ciencias."

 La mente entra en juego y empieza a formular conceptos, define esa realidad y la categoriza en lo que cree bueno o deseable, y huye de lo que cree malo y rechaza (aversión).  Nace la personalidad, el ego, moldeado constantemente por los entornos culturales, y éste  se erige como un tirano que nos dice constantemente hacia donde apuntar, creyendo que es autónomo y libre cuando desde su misma raíz está condenado. Consolida el dualismo de placer y dolor al que estamos tan acostumbrados, tomándolo como la más alta realidad, buscando el primero y huyendo del segundo.

Si juntamos la ignorancia innata con la que nacemos, en la que nos identificamos fuertemente con los movimientos de nuestra mente y el ego, y le agregamos todo el constructo social que nos permea constantemente, el resultado que obtenemos es el de nuestra propia vida.

"Esto no es malo, es simplemente lo que es; nuestros apegos nos pueden llevar a la guerra, pero también se manifiestan como tecnologías útiles y artes diversas que son de gran beneficio para el mundo. Mientras no seamos seres iluminados, participamos de la dualidad, y eso está bien. En el Tíbet hay un refrán popular que dice: "Cuando estés en el cuerpo de un burro, disfruta el sabor del pasto". En otras palabras, debemos apreciar y disfrutar esta vida porque tiene sentido y es valiosa en sí misma y porque es la vida que estamos viviendo."

 El yogui en su camino será un mero espectador, un testigo que observa los avatares y dramas de la existencia humana. El camino del yogui pasa por abandonar los apegos de su mente, el camino para reposar en su verdadera naturaleza. Su posición es de ecuanimidad, no se inclina ni inmiscuye en los asuntos del ego, ya no valora, permanece en el testigo.


miércoles, 10 de abril de 2019

La filosofía del Yoga de Patanjali (II)



Para entender la filosofía que se desprende del yoga clásico de Patanjali, Mircea Ileade en su obra sobre el yoga de Patanjali, señala en comprender cuatro ideas fundamentales que dan sentido y movimiento no solo a la filosofía del yoga, sino también a otras tradiciones espirituales del panteón indio. Estas ideas son el karma, maya, el nirvana y el yoga. El pensamiento indio ha intentado penetrar en la ley de la causalidad universal, el karma, que explica la adhesión del hombre con el cosmos y lo condena a transmigrar indefinidamente. El despliegue misterioso de la existencia, que engendra y sostiene el cosmos conocido, maya, es la ilusión cósmica por la que el ser humano se ciega al verse ignorante (avidya). La realidad absoluta, lo único que realmente tiene verdadera existencia ontologica, más allá de ese velo ilusorio de maya, que nos impide ver lo permanente e imperecedero, lo inmortal y lo trascendente, lo indestructible, el alfa y el omega, el Ser que metafísicamente está por encima de cualquier orden, al que nos unimos mediante el nirvana, moksa o liberación. Y por el último el yoga, que propone los medios y técnicas para alcanzar a ese Ser absoluto, más allá de nuestro estado de ignorancia original.

Estas cuatro ideas en esencia las podemos encontrar en buena parte de las tradiciones espirituales de oriente, con diferentes nombres o matices. Vemos como la India articula en torno a estas cuatro ideas toda una cosmogonía que explica el camino de la liberación del sufrimiento, nuestro regreso a casa, a lo que verdaderamente somos. Como comentábamos en la entrada anterior, el ser humano se identifica con el flujo de pensamientos, con su actividad psicomental, cree que su alma o esencia es la misma actividad de sus procesos mentales. De esta identificación surge la sensación del yo, el ego, la imagen irreal creada de uno mismo que nos arrastra con los sucesos que vive al identificarnos plenamente con él. El sabio es el que es capaz de liberarse de esta paradójica situación, por lo tanto liberarse significa apropiarse de otro modo de ser que trasciende a la condición humana habitual, sumergida en maya, forzando un nuevo nivel de existencia. Cuando uno se libera, deja morir su ser identificado con los pensamientos, dando lugar a un nuevo estado de naturaleza mística en el que más tarde profundizaremos. El apego por uno mismo, la sensación del yo, el egoísmo o ego debe ser erradicado si queremos dejar de sufrir y vernos arrastrados por la noria de la vida (maya). Hay por lo tanto una depreciación del mundo tal como lo conocemos, porque este nos conduce inexorablemente al sufrimiento. Como aclaración no se trata de negar la existencia del mundo, o establecerla como ilusoria, sencillamente la percibimos de forma engañosa. Nos vemos apegados al cuerpo y a la personalidad y en primera y última instancia nos vemos mortales.

En los Yogasutras de Patanjali, se explican detalladas las técnicas que podemos seguir para eliminar nuestro ego y las falsas identificaciones. En otros tipos de yoga o tradiciones podrán poner mayor o menor énfasis en determinados puntos, pero todos ellos apuntan a la salida de la ignorancia mediante ejercicios y técnicas. A pesar de esos pequeños matices todos apuntan a un desprendimiento de nuestra vida psicomental, de nuestra personalidad ordinaria, dar muerte al ego que se identifica con los sucesos, y en ese “dar muerte” se produce un nuevo renacer representado por la liberación. En otras palabras, el yogui muere en vida para obtener un nuevo renacer. Mientras no se solucione la confusión de lo que verdaderamente somos, en virtud del karma seguiremos el ciclo de reencarnaciones.

domingo, 17 de marzo de 2019

La filosofía del Yoga de Patanjali (I)

Mircea Ileade en su obra sobre el yoga de Patanjali, sostiene que el yoga es una disciplina que proyecta un potente sistema filosófico descrito en los su forma clásica por los Yogasutras del siddha Patanjali. Entenderlo o aglutinar sus diferentes partes en la cabeza no es tarea fácil, por otro lado hay un gran número de elementos que coinciden con otros pensamientos espirituales que germinaron en la India con los que comparte puntos de vista esenciales.

El punto de partida filosófico en la que nos situamos es el sufrimiento. En la India el ser humano busca la liberación del sufrimiento en la existencia.
"Todo es sufrimiento para el sabio", escribe Patáñjali (Y-S., II, 15). Mucho antes que él, el Buda había proclamado: "Todo es dolor, todo es efímero".  La vida, llena de altibajos y abruptos giros, trae consigo un dolor y un padecer cuya eliminación, es la aspiración máxima no sólo del Yoga, sino también del Samkhya, Jainismo, Hinduismo o el Budismo. "El cuerpo es dolor porque es el lugar del dolor; los sentidos, los objetos, las percepciones, son sufrimiento porque conducen al sufrimiento; el placer mismo es sufrimiento, porque el sufrimiento le sucede" (Aniruddha, en su comentario a S-S., II, 1). Mientras que los europeos a lo largo de la historia del pensamiento dirigían sus fuerzas a demostrar la existencia de Dios, el pensamiento indio se afanaba a una tarea, liberarse del sufrimiento de la existencia.

Sin embargo, este planteamiento inicial no decaerá en una filosofía pesimista, ninguna de los caminos propuestos por la mayoría de las tradiciones filosóficas indias cae en la desesperanza. Y es que a pesar de este terrible escenario de inicio hay solución, el sufrimiento universal si sabemos manejarlo para liberarse no es definitivo. Liberarse del sufrimiento es el fin de todas las filosofías y de todas las místicas de la India. Ésta tarea se vuelve el núcleo más importante del pensamiento indio, y aunque hay múltiples caminos y propuestas, el fin es siempre el mismo, cultivar la ciencia que nos emancipe del dolor y nos libere.

Para el yoga la situación está muy clara, sufrimos porque ignoramos nuestro verdadero espíritu, nuestro verdadero Sí mismo, y nos identificamos con los fenómenos psicomentales… y la liberación no se producirá hasta que resolvamos esa confusión. Las personas creen en efecto que su vida psicomental (nuestros deseos, sensaciones, pensamientos…) es idéntica al espíritu, al Si mismo. Confunde dos realidades opuestas, ve la Naturaleza y sus fenómenos (prákrti) como lo eterno e imperecedero (púrusah). La vida de la persona ordinaria está sumergida en potentes torbellinos psicomentales que fluyen incansablemente y le hacen identificarse con los mismos, creyendo que él es esencialmente eso, un ser humano participando de la realidad fenoménica. Esta terrible confusión entre lo que somos y lo que creemos ser nos vuelve partícipes de una ignorancia que acarrea una existencia de sufrimiento.

Es aquí donde se produce un lapsus, ya que el ser humano se apega a la realidad ilusoria de los movimientos de la mente y las interpretaciones que esta hace sobre el mundo. Aquí es donde nace la ignorancia de carácter metafísico: confundo mi ser eterno con la imagen del ego, y me veo totalmente arrastrada por ella. Lo peculiar aquí es que mi ser eterno nada tiene que ver con mi ego, yo no soy mis pensamientos, ni tampoco todas las circunstancias que se suscriben en mi vida, mi ser eterno es inmutable e imperecedero, el ser humano ordinario lo ignora porque se ve imbuido en todo un torrente de actividad psicomental y se ve arrastrado por ella. La liberación se obtiene cuando uno cala en esta verdad. El liberado fulmina la falsa imagen que tiene de sí mismo (ego), y se identifica plenamente con lo que verdaderamente Es.

El espíritu “es el que ve (sákshin, 'testigo'), es aislado (kaivályam), indiferente, simple espectador inactivo", escribe Isvarakrsh/Ja (S-K., 19) y Gaudapada, en su comentario, insiste en la pasividad eterna del púrusha. La autonomía y la impasibilidad del espíritu son paradigmas tradicionales. Irreductible, desprovisto de cualidades, el púrusha no tiene "inteligencia" (S-S., I, 146). En otras palabras, nuestro verdadero Ser espiritual no se ve afectado por nada, no es esto o aquello, es inconmensurable y eterno, indescriptible por palabras limitantes, está más allá de las capacidades de la mente habituada a producir imágenes de la naturaleza, desarrollar conceptos sobre el mundo fenoménico e identificarnos con ellos es la causa de nuestra ignorancia.

La misma posición se da en Patáñjali: en los Yoga-Sútra, II, 5, nos recuerda que la ignorancia consiste en considerar lo que es efímero, impuro, doloroso y no-espiritual como eterno, puro y de la naturaleza de la beatitud y del espíritu. Vyása (comentario a Y-S., II, 18) insiste una vez más en que la percepción, la memoria, el razonamiento etc, pertenecen de hecho a la inteligencia (buddhi) y que únicamente por efecto de una ilusión se atribuyen al púrusha esas facultades mentales.

Como dice Mircea Ileade, “Constituye una ilusión creer que el espíritu es dinámico porque la experiencia mental lo es. En realidad, no se trata sino de una relación ilusoria (upadhi) debida a una "correspondencia de simpatía" entre el Sí-mismo y la inteligencia. De toda eternidad, el espíritu se encuentra arrastrado a esta relación ilusoria con la vida psicomental (es decir, con la "materia"). Ello se debe a la ignorancia (avidyá) (Y-S., II, 24) y, mientras la avidyá se mantenga, ahí está la existencia, en virtud del karman, y con ella el dolor. Insistamos un poco sobre este punto. La ilusión o ignorancia consiste en confundir el inmóvil y eterno púrusha con el flujo de la vida psicomental (S-S., III, 41). Decir: "sufro", "quiero", "aborrezco", "conozco" y suponer que el sujeto "yo" se refiere al espíritu, es vivir en la ilusión y prolongarla; pues todos nuestros actos e intenciones, por el solo hecho de depender de la prákrti, de la "materia", están condicionados y regidos por el karma”.



viernes, 8 de marzo de 2019

Schopenhauer y oriente


El mundo es mi representación: esta es la verdad que vale para todo ser viviente y cognoscente, aunque solo el hombre puede llevarla a la conciencia reflexiva abstracta: y cuando lo hace realmente, surge en él la reflexión filosófica. Entonces le resulta claro y cierto que no conoce ningún sol ni ninguna tierra, sino solamente un ojo que ve el sol, una mano que siente la tierra; que el mundo que le rodea no existe más que como representación, es decir, solo en relación con otro ser, el representante, que es él mismo...” (El mundo como voluntad y representación, 1818).

Schopenhauer fue el primer filósofo occidental en la que su filosofía brota genuinamente de escritos lejanos procedentes de la India, Su filosofía está en perfecta consonancia con textos de los Upanishads. En un primer lugar para Schopenhauer el mundo es básicamente representación, la realidad que percibimos es una representación del sujeto que la conoce, del ojo que la observa. Por otro lado nos dice que el principio cósmico y fuerza generadora de todo lo que existe es lo que él llama “voluntad”. La voluntad en este terreno no guarda cercanía con el concepto de voluntad al que estamos habituados. La voluntad es el inefable principio con el que el universo se despliega, una fuerza primordial que subyace todo lo que acontece en el cosmos, y en última instancia todo lo que existe. La posición de salida del ser humano es el dolor, no es una filosofía pesimista, al igual que el budismo o el yoga de los Yogasutras tampoco lo son, describe sin cortapisas la situación de fondo a la que todo ser viviente en algún momento se ve sometido. Si juntamos que el sujeto es el que representa, que en el mundo existe un principio de dolor y sufrimiento del que es posible emanciparse, y que la sustancia o principio cósmico que sostiene la realidad total del universo es una y la misma en todas las circunstancias, obtenemos una filosofía genuina desde el punto de vista occidental que guarda ineludibles referencias a las filosofías de corte oriental que buscan la liberación del sufrimiento aquí y ahora. Schopenhauer tenía muchos recursos y esto le permitió viajar a la India donde pudo empaparse de toda la filosofía que desprendían los grandes sistemas indios, él la exportó y la presentó en un lenguaje propio de la filosofía europea.

jueves, 24 de enero de 2019

Nisargadatta Maharaj



Anoche sentí un estruendo que hizo temblar todo mi interior. Era el final de una larga serie de días y noches escuchando a un sabio redoblar los tambores que yacen en la tierra. El nombre de ese sabio (jnani) es Nisargadatta Maharaj. Fue a raíz de la lectura de la Trilogía del Kriya Yoga de Babaji que escuché por primera vez la palabra jnani. Un jnani es un sabio auto realizado por la vía del conocimiento. Jnana quiere decir sabiduría, la “i” agregada consuma a aquel que la encarna. En varias momentos de la Trilogía del Kriya Yoga de Babaji, se nos presenta al más conocido y majestuoso de los jnanis del siglo XX, Ramana Maharshi, el sabio de Arunachala, (que por cierto, merece una o varias entradas en este blog de forma obligada). Fue entonces que azotado por un impulso devorador busqué más datos sobre la figura de Ramana Maharshi, visualicé documentales, textos y comentarios sobre los textos del gran maestro del “silencio”; (Hay un documental ganador del festival de Cannes en 2015 que nos presenta su figura, “Jnani”, se puede encontrar en YouTube con subtítulos en 25 idiomas diferentes que recomiendo ver encarecidamente).

Consecuencia de dicha búsqueda leí unos comentarios de David Godman (gran recopilador, escritor y divulgador inglés de diferentes maestros advaita), sobre un jnani cuyo nombre es Nisargadatta Maharaj. Había pasado unas cuantas semanas dedicando varias horas al día a Ramana Maharshi, así que pensé que una evolución natural era leer a Nisargadatta Maharaj, además tenía tiempo y me sentía con cierto impulso. Encontré con facilidad su obra más emblemática, “Yo soy eso” y comencé su lectura.

Lo que en esas páginas me encontré fue inmensamente revelador. Cada día me sumergía en constantes torrentes de palabras que hacían vibrar hasta la última célula de mi cuerpo. Las conversaciones recogidas con los visitantes que acudían a verle me dejaban perplejo. Gente de toda condición, eruditos, escépticos, ateos, religiosos, curiosos, indios, occidentales, mujeres, hombres… o quien quiera que se acercase, era quemado por el calor de sus palabras. Nisargadatta es un jnani osado, interrogador, provocativo, nada de esa imagen preconcebida de un sabio que sólo habla cuando aterriza en este mundo. A él le gustaba la conversación y animaba a que le preguntasen. Era capaz de desmoronar a las mentes seguras de ideas inamovibles como el acero y reducir sus argumentos a una bola de papel, como si un elefante aplastase a una hormiga, tal era su fuerza. La historia se repite capítulo tras capítulo, alguien se acerca a hacerle una visita, se presenta y cuenta algunos detalles de su vida, (su profesión, su práctica, su sadhana, qué le trae por la India, los maestros que ha conocido o visitado), y Nisargadatta le instiga a preguntar. La cantidad de conversaciones es interminable, (el libro tiene más de 500 páginas), y en ninguna encontramos una pregunta o enigma que no sea capaz de dar respuesta con un profundo significado.

Libre de contradicciones o paradojas se desenvuelve como un cocodrilo gigante en el cauce del río. Sabía exactamente el lugar en el que sus interlocutores se encontraban y prendía la llama en su punto más débil, a modo de un fuego rojo y abrasador de argumentos y teorías dejaba totalmente destruidas las certezas del visitante. Jamás he visto a nadie contestar a una infinidad de cuestiones de semejante calado como él hace, como si de un cazador se tratase, hostigaba a cualquiera de las mentes que se acercaban a su bosque y les daba caza reduciéndolas a cenizas. Cual cazador se vale de herramientas poco refinadas, y así se mostraba Nisargadatta, él no era un erudito ni un estudioso, sólo necesitaba sus flechas y su afilada navaja para dar muerte irrevocable a las argucias de la mente de todas las criaturas mortales que se presentaban ante él. No había trampa alguna, ni tampoco trucos, sino el inconmensurable poder que puede adquirir la palabra en manos de un sabio advaita auto realizado, todo estaba ahí, tan cristalino y claro como es el agua de un arroyo que acaba de nacer.

Durante dos meses le dediqué la mayor parte de mi tiempo, leyendo y releyendo las preguntas y respuestas de todas las conversaciones recogidas. Nadie puede no verse reflejado en una buena parte de las cuestiones que allí se plantean, como si un destello apareciese sobre el alma, la despierta y la vuelve mirada atenta de lo que acontece. A cada cuestión sobrevenía una respuesta que poseía el poder y el fulgor de las estrellas. En un ejercicio de mayeútica socrática como nunca había encontrado, Nisargadatta es capaz de posarse en la noche más oscura del alma y encender una bengala. Con una agilidad mental innata, espontánea, impredecible hasta decir basta, el corazón del aspirante se derrite como cualquier cuerpo que se acerca a la superficie solar...

No ha sido una lectura fácil, la cantidad de información reveladora que uno tiene necesariamente que absorber obliga a una lectura pausada y seguida de una meditación. Pero no por su abstracción o por su lenguaje enrevesado, sino para poder digerir la ingente cantidad de cambios que su sabiduría suscita en cuestiones sumamente capitales. A veces quería seguir leyendo y devorando páginas para ver si mi asombro se saciaba, pero era imposible, mi pequeña mente filosófica era incapaz de seguir el ritmo de semejante león de Dios, como si una lluvia de cometas impactasen en lo profundo de mi ser. Cuando terminé el libro no tenía ninguna duda de que lo más sensato era comenzarlo de nuevo. ¡Om Kriya Babaji Namasté!

sábado, 13 de octubre de 2018

Entrevista a Nityananda sobre Kriya Yoga

– ¿Qué es el Kriya Yoga de Babaji?
El Kriya Yoga de Babaji es un linaje de Yoga, de los muchos que hay, viene de un maestro que se llama Babaji. Pero no es un culto, no es un sistema de creencias, es una práctica. Nuestro Kriya Yoga se origina en 1954, cuando Yogui Ramaiah, profesor de mi profesor, recibió las 144 técnicas o kriyas del Kriya Yoga de Babaji. ¿Quién es Babaji? Un maestro que está en el Himalaya. Muchos linajes vienen de maestros del Himalaya, Babaji es uno de ellos. Yogui Ramaiah recibió estás kriyas y se las enseñó a diferentes personas, entre ellas a Govindan Satchidananda, mi profesor. Govindan me enseñó todas estas técnicas, como se las ha enseñado a mucha gente por todo el mundo, y a mí – junto a una treintena de personas más – me formó para poder enseñarlas. Llevo unos dieciocho años enseñando Kriya Yoga, y estoy autorizado por él a dar los tres niveles de iniciación.
– ¿Qué significa “Kriya”?
“Kriya” significa “acción con consciencia”. La consciencia es el vehículo y la meta del Yoga. La respuesta rápida a la pregunta “¿quiénes somos?” es “nosotros somos consciencia, consciencia gozosa”. El problema está en que nos identificamos con nuestras percepciones, nuestras emociones y nuestros pensamientos. Esta identificación nos hace olvidar nuestra naturaleza esencial, y eso es lo que nos produce sufrimiento. Estamos en una montaña rusa, subimos arriba con el placer y bajamos abajo con el dolor, físico, emocional o mental. En el centro de la montaña rusa, justo en el centro de la rueda, hay un espacio que está más allá de las dualidades. Ése es el espacio de la consciencia pura. Todas las técnicas del Kriya Yoga están diseñadas para desarrollar finalmente la consciencia, y llevarla a cada una de nuestras actividades de la vida diaria. El Kriya Yoga no es un yoga para huir del mundo o para trascenderlo, sino para transformarlo, para llevar nuestra consciencia, nuestro ser real, a cada ámbito de la vida diaria.
Nityananda
Nityananda
– ¿Es un yoga clásico, cuántos años puede tener?
Algunas de sus técnicas son de una antigüedad que ni se sabe. Las técnicas fueron recopiladas y sintetizadas por Babaji en 1954, muchas de ellas son muy anteriores, pero, digamos, fueron puestas al día y adaptadas a las necesidades del hombre de nuestros días.
– ¿Qué resultados puede notar la persona que practica Kriya Yoga, especialmente si nunca antes ha practicado nada? Yogafest va especialmente dirigido a estas personas que no tienen experiencia previa en el Yoga.
Existen diferentes niveles de práctica y de compromiso en el Kriya Yoga. Se dan tres iniciaciones; las técnicas más importantes, las más básicas son las que se enseñan en la primera iniciación. El mínimo de práctica son veinte minutos por la mañana y veinte por la tarde, más una hora de asanas. ¿Qué puede uno esperar cuando practica? Una mejora de tu vida, en la medida en que aprendes a sintonizar con la parte más elevada de ti y a recibir inspiración para tu vida diaria a través de una serie de meditaciones. También tienes una técnica de respiración, la más importante de todo el Kriya Yoga, que además de aquietar tu mente, hacer que respires mejor, hacer que vivas más años por la óptima absorción el oxígeno a través de la respiración, acelera tu crecimiento personal, porque activa la energía y la mueve a través de los centros de consciencia – lo que llaman “chakras”. Kriya es “acción con consciencia”; cuando haces esta respiración, día a día, de forma sutil, sin prisas, expandes tu propia consciencia al expandir los chakras. En resumen, la gente que practica el primer nivel nota una mejor calidad de vida, recibe inspiración para mejorarla y tiene una fuente de tranquilidad y serenidad para afrontar los retos diarios.
– ¿En el Yoga, es lo mismo “realización” que “iluminación”?
– Para mí no. No uso la palabra “iluminación”, viene del budismo, no del Yoga, y además no la entiendo. En Yoga hablamos de la realización del Ser. El Ser es lo que tú eres en realidad. El problema de la condición humana es que nos identificamos con cosas que no somos en realidad. Los Siddhas (maestros del Yoga) definieron al Ser como Sat-Chit-Ananda, Existencia-Consciencia-Gozo. La condición humana es que pierdes de vista tu naturaleza esencial y te identificas con percepciones, sentimientos y pensamientos. Y todos éstos son duales, lo que quiere decir, tienen un aspecto de placer, alegría, y otro de sufrimiento. Y los dos no se pueden separar. La consciencia, tu ser real, no es dual, es un gozo que no depende de las circunstancias, está ahí siempre presente. Los Siddhas decían que estamos soñando con los ojos abiertos, estamos perdidos en las ensoñaciones y patrones de nuestra mente y de nuestro subconsciente. Cuanto más estás dominado por estos patrones más predecibles son tus actos y menos libertad tienes en tu vida. Hay gente que lleva unas gafas grises y piensa que todo el mundo es gris. Todos estamos condicionados por nuestros patrones inconscientes – esto en realidad es una forma de karma. El antídoto para esto es Kriya, la consciencia. Es ese espacio que hay entre tú y todo lo que sucede. En la medida en que metes consciencia dentro de ti mismo descubres esos patrones de limitación, y al hacerlo eres libre de seguirlos o no. Un Siddha, alguien que tiene la realización del Ser, es absolutamente impredecible, porque no está limitado por sus propios patrones mentales.
– ¿Hasta qué punto es impredecible?
Mira a Jesús, en un momento te hablaba de amor y al momento siguiente expulsaba a los mercaderes del templo. Nadie sabía por dónde iba a salir Jesús. Por eso era tan peligroso. Los maestros son muy peligrosos.
– Hay gente que le tiene miedo a que en el Yoga este la palabra “dios”, que esté la palabra “espiritualidad”…
Hay tres palabras que procuro no usar nunca, justo las has dicho. Una ya la conoces, es “iluminación”. Otra palabra es “dios”, y la tercera es “espiritualidad”. ¿Por qué? Porque son tres palabras que, aunque parece que estamos hablando de lo mismo, cuando las usamos cada uno está pensando en una cosa diferente, hablamos de cosas absolutamente dispares para cada persona.
– ¿Son diferentes por lo que ha vivido cada uno?
Y por las creencias de cada uno. Hablas de “dios” y uno pensará en un abuelito en camisón sentado encima de una nube. Otra persona pensará – ahora está muy de moda – en “una energía, hay una energía”. La gente piensa en cosas muy dispares, muy diferentes. Afortunadamente – y lo digo porque no tengo que entrar en este interminable mundo de creencias personales – el Kriya Yoga no es un sistema de creencias; yo no enseño creencias, enseño técnicas. Los Siddhas no perdían tiempo en creencias. Te decían, “toma esta técnica, practica y dentro de un año vuelves y me explicas”. A través de las siete meditaciones de Kriya Yoga puedes aprender más sobre el funcionamiento de la mente, mediante tu experiencia directa, que leyendo cien libros sobre la mente. 
Yo uso el término “Ser”, más que “dios”. Y si me preguntas qué es la espiritualidad, para mí es el estudio de la mente, de sus fluctuaciones y creaciones, y la experiencia de la consciencia gozosa detrás de la mente. Y también todo el mundo piensa en cosas dispares al hablar de espiritualidad: viajes astrales, magia, visiones…al final todo esto está condicionado por la mente. El objeto de estudio es tu propia mente, todos estos fenómenos sutiles pasan a través de ella. Tienes que saber cómo funciona la mente para poder experimentar justo lo que hay detrás de ella: existencia, consciencia, gozo, tu ser real.
– Para acabar, algún consejo para las personas que no conocen el Yoga ni el Kriya Yoga.
Mi consejo para los que empiezan es decirles que el Yoga tiene muchas escuelas, maestros y linajes, que se permitan la libertad de experimentar y que al final se queden con lo que mejor les vaya. Cuando enseño Kriya Yoga se lo digo a la gente: dale una oportunidad a las técnicas, experiméntalas, y al final sigue lo que te vaya mejor. 
– ¿Es difícil de practicar?
No, es muy fácil. Una de las características del Kriya Yoga de Babaji es la extrema simplicidad de las kriyas. A través de unas técnicas muy sencillas puedes tener comprensiones y resultados muy profundos. Y creo que esto se hizo a propósito.


http://vwymf.com/2018/10/04/entrevista-con-nityananda-2/

martes, 9 de octubre de 2018

Nietzsche y los Siddhas, un estilo de penumbra


En estos días estoy estudiando el libro “El Yoga de los Siddhas”. Un siddha es un maestro realizado, perfecto, que ha despertado todos los siddhis, algunos incluso mantienen un cuerpo inmortal al paso del tiempo. Algunos de sus testimonios permanecen escritos en hojas de palma. Un equipo de eruditos indios trabaja con la Orden de los Acharyas del Kriya Yoga de Babaji, rescatando y traduciendo todo el material posible. 

Sus poemas son difíciles de descifrar, lejos de la poesía a la que uno puede estar habituado, su lenguaje oscuro y enigmático impiden una lectura precipitada. Es una filosofía difícil de penetrar, ya que los conceptos que intentan expresar son vivencias que difícilmente pueden recluirse en las palabras, la vida no puede encerrarse en un mar de definiciones o sistemas pues estos se ven seriamente desbordados. Definir en griego significa poner límites, el legado de estos grandes seres no se pueden valer del uso general del lenguaje, al igual que nuestros dedos no pueden retener el agua, esta siempre termina escurriéndose de las manos. Es por eso que se valen de poemas, cuya simbología acompaña a la intuición. La poesía como género permite jugar con las palabras dotándolas de nuevos e inusuales proyecciones. 

Es por eso que Nietzsche, en boca de su profeta Zaratustra, expresa con musicalidad y oscurecimiento la filosofía que pretende abrir un nuevo cielo para un hombre nuevo. Nietzsche percibió con claridad esta dificultad, la meta de su filosofía era tan radicalmente nueva que transformó por completo la forma de escribir filosofía. Su Zaratustra pretende hacer vibrar y bailar a las palabras, dotándolas de una genuina fuerza y significado, electrocutando al lector provocando el nacimiento de diferentes imágenes que estallan en su cabeza. Como indica S. Zweig, en su libro “La lucha contra el demonio”, la filosofía de Nietzsche es parecida a un torrente, siempre en zigzag de meandros y corrientes violentas.

Aunque en occidente somos más dados al orden y al discurso intelectual, encontramos aquí ejemplos de grandes exponentes que se valen de recursos similares para intentar alcanzar un más allá de los significados, que de otra forma no sería posible. Ambos estilos se sienten cercanos por las mismas razones, tanto los siddhas como Nietzsche hacen bailar el lenguaje con el fin de llegar donde no se puede llegar, obligan a zambullirte e intentar ir más allá. Son libros pictóricos, asimétricos, discontinuos y concéntricos. Deben leerse como fogonazos e iluminaciones, tienen un elaborado estilo de brillantes instantáneas mentales. Crean música verbal minando la fuerza manipuladora de las palabras. Obligan al lector de mirada atenta a descender por salvajes torrentes de significados aparentemente contradictorios desembocando en nuevas y fértiles tierras, donde el corazón de las palabras parece no agotarse nunca.

martes, 2 de octubre de 2018

Ego, idealismo y Kriya Yoga


Atendiendo a la etimología de nuestra lengua, la palabra “persona” proviene del griego, del término prósopon, que significa máscara. Máscara en griego está formado por dos palabras pros (delante) y opos (cara). Eran empleadas en el teatro, los intérpretes las usaban para aludir los sentimientos de los personajes y ganar expresividad ante los espectadores.

Siguiendo este hilo etimológico vemos que las personas, el ego o la identidad, apuntan a la existencia de máscaras, muy atribuibles por cierto a la “personalidad” de la gente. Hagamos una pequeña película muy aplicable a la gran mayoría de personas que conocemos.

Desde el momento del nacimiento, todas las personas se van desenvolviendo en un entorno, acompañado de los primeros cuidados esenciales de sus padres, que le alimentan y protegen en sus primeras pasos. Muy temprano también empieza a recibir una educación, que suele extenderse hasta la edad adulta, y que ésta a su vez, es permeable a numerosos condicionantes culturales, que corresponde a una época histórica concreta. A ello habría que añadirle algunos condicionamientos genéticos que en ocasiones inclinan la balanza, así como todas las experiencias ordinarias o extraordinarias que a uno le toca vivir. Podemos decir que esa es la receta de la personalidad e identidad que con los años la gente va forjando.

Es un buen cóctel de infinitas particularidades y combinaciones, en la que la mente elabora una identidad para sobrevivir en el mundo, al que también podemos referirnos como ego, yo o identidad personal. Desde ese centro de mando tan consolidado por los años, diseccionamos y comprendemos la realidad, la interpretamos desde la ventana que hemos construido, juzgamos y valoramos las diferentes situaciones vitales que se suceden constantemente y sin descanso en lo que llamamos vida. 

Bajo esa creación de la personalidad valoramos desde nuestra perspectiva lo que está bien o lo que está mal (la moral), también establecemos lo que es deseable o repudiable para cada uno de nosotros, decretamos el significado de éxito o fracaso en nuestra cabeza, y así indefinidamente se forja la perspectiva bajo la que interpretamos el mundo. Siguiendo el hilo de la exposición podemos entender que a una buena parte del planeta le gusta comer cerdo, mientras que un judío lo tiene prohibido y ven mal en ello. En occidente el consumo de alcohol está al orden del día mientras que otras culturas lo tienen vetado. Y se podría continuar así con cientos y cientos de ejemplos propios de cada civilización y sus costumbres.

Con los cambios históricos también sucede, y cada época y lugar, por los detalles comentados muestran sus particularidades y su forma de ver el mundo. No entramos aquí a valorar dichos condicionamientos culturales, tan sólo subrayar la diversidad de puntos de vista que existen y podemos encontrar. En la época de mi abuelo besuquearse con la pareja en plena calle era provocador y de mal gusto, hoy se puede ver como algo romántico y nada insultante. Que las perspectivas del mundo varían según lo antes mencionado es algo evidente y podríamos seguir así, con numerosos ejemplos hasta que nos cansemos.

Lo que aquí conviene subrayar básicamente es que cada uno tiene una perspectiva de las circunstancias que le rodean, y su mente como vehículo conductor se va forjando sosteniendo un tipo de ideas u otras, y que al final le hacen a cada uno ver el mundo con sus ojos, o desde su ventana, sin que necesariamente el vecino lo comparta. Aquí surge una tremenda paradoja, y es que habitando un mismo mundo, cada uno lo interpreta desde su sillón. La mente va partiendo y dividiendo la realidad y de ella surgen las ideas a las que adherirse. 

Aunque filósofos como Anaxagoras y Platón albergan en su filosofía el germen de estas preguntas radicales, la problemática se desarrolla especialmente mucho más tarde. Los filósofos del siglo XIX abordaron estos enredados problemas que se da entre los contenidos de mi mente y el mundo, filósofos de la talla de Leibniz, Kant, Hegel o Berkeley se encuentran entre ellos. El idealismo es quizás la escuela que más empeño puso en destripar estas cuestiones. 
A modo de resumen podríamos decir que la tesis idealista  considera la idea como principio del ser y del conocer, y que el mundo es, en cierto modo, una creación mental. Más allá de nuestra mente, lo que concebimos por realidad exterior, no es verdaderamente real. Conviene subrayar esto para evitar críticas absurdas, que estos pensadores aludían a los procesos mentales. Si ves un tigre en el jardín de tu casa, corre. Si un tejado se desprende apártate. Que de la bellota sale un roble no cabe discusión, es importante recordar que lo que aquí trataban es la elaboración de la propia visión del mundo mediante los complejos procesos de la mente.
Para la corriente idealista, toda realidad exterior no es más que el producto de una idea que proyecta nuestra mente. Idea proviene del griego, su raíz es idein, que significa “ver”.  Aunque el idealismo tuvo diferentes ramas (objetivo, subjetivo, absoluto, trascendental...) nosotros nos centraremos, acorde al tema que estamos tratando, en el denominado idealismo subjetivo. De él se desprende las siguientes ideas importantes, a saber:
1- Que el mundo exterior no es autónomo, sino más bien depende del sujeto que lo percibe.
2- La construcción de lo que tomamos por mundo o realidad, no es más que un conjunto de ideas que no existen fuera de nuestra propia mente.
Schopenhauer en su obra magma, “El Mundo como Voluntad y Representación” decía a su manera, que el sujeto “es el ojo que todo lo ve”.
Toda la problemática que hemos descrito aquí, adquiere un nuevo significado si lo tratamos desde la perspectiva de la filosofía oriental, a la par que se libra de un plumazo de los numerosos obstáculos que van saliendo en el camino, y es que a la postre, nosotros no somos los contenidos de nuestra mente. 
Desde diversos tipos de yoga y otras tradiciones espirituales, como el budismo o el taoísmo, (solo por citar algunas), los contenidos de la mente no es lo que nos define. Esto choca frontalmente con las ideas instauradas en nuestro tiempo e impuestas por nuestras sociedades desde diferentes frentes, ya que en nuestro entorno inmediato se potencia constantemente, yo soy esto, yo soy aquello, yo, yo yo yo... y esta extraña enfermedad hace que deambulemos por el mundo como gallina sin cabeza, no sin pagar un alto precio por ello. Para entender esta postura lo primero que uno tiene que hacer es bajarse del caballo, darse un baño de desapego y observar dentro de sí. 
Percatarse de que uno no puede definirse por los contenidos de la mente, por su trabajo, posición social o la idea de éxito que haya desarrollado con mayor o menor eficacia. La individualidad instalada debe desaparecer del escenario, una renuncia valiente que muy pocos son capaces de intentar. El ego en nuestros días ha llegado a un estado de desarrollo endémico potenciado por la tiranía de la  belleza  y felicidad constante que proyectan las redes sociales, que se proyecta sin descanso, a cada minuto, alimentando el falso ego que se toma como auténtico, en un proceso de identificaciones mentales que parece no tener fin. Todas las fotos de Facebook o Instagram llenas de sonrisas, viajes, comidas y cenas, bañadas por un porno esteticismo impecable que nunca revelan ni un ápice de insatisfacción. Obviamente la realidad es otra, no podía ser de otra manera, y el mundo sufre bajo ese manto de apariencias virtuales. Buena prueba de ello es el estrés, la ansiedad y la millonaria industria de pastillas antidepresivas.
Pero no hay que perder la esperanza, la seriedad de uno en este punto le puede llevar por nuevos caminos. Lo que aquí se propone es des-identificarte de tus procesos mentales, comprender que no conducen a tu esencia y que ni por asomo te constituyen, en otras palabras, los pensamientos no te definen. Aquí la verdadera identidad de uno es algo mucho más profundo, el ser de cada uno de nosotros late en el interior y permanece encubierto, pero no lo dejamos respirar porque todos nuestros pensamientos y sus ajetreos los sepultan en su fondo. Para sacar la joya que mora enterrada, hay que hacer limpieza de pensamientos, sacudir nuestra mente, que desde el nacimiento no ha parado de generar basura. ¿Y eso cómo se hace?...
En este punto creo que no hay recetas rápidas e inmediatas, por otro lado existen personas mucho más versadas e indicadas que yo para mostrar el camino. Lo que si se puede decir es que es un proceso gradual con diferentes ingredientes, quizás el más importante sea la meditación (dhyana). Con la práctica y el avance de la meditación uno puede ir apartando maleza para despojar el camuflaje hasta alcanzar el claro del bosque, donde la mente se aquieta y deja de parlotear. Ya decía el siddha Patanjali que cuando las oscilaciones mentales se detienen, uno reposa en su verdadera naturaleza, de otra manera su ser se moldeará y adoptará la forma de las oscilaciones de la mente, (YS-I, 3-4).



martes, 25 de septiembre de 2018

Dios como la sustancia infinita, advaita o no dualidad en Spinoza y Kriya Yoga



Las raíces del cristianismo y otras grandes religiones monoteístas, así como numerosas corrientes filosóficas, elevaron la idea de Dios como un creador, como un padre que mira y se preocupa de sus criaturas, planteando desde sus cimientos una metafísica dualista. Hay una dualidad, por un lado estamos arrojados a la existencia, que vivimos de forma separada de la divinidad como otros entes, y por otro lado está Dios, todo poderoso, arquitecto y relojero de todo el universo y cuanto existe, (de ahí el dualismo). Esta es la visión predominante a lo largo de la historia de occidente. Si lo que quiero es establecer una comparativa con el pensamiento que se desliza del Kriya Yoga de Babaji, y la filosofía occidental, con ánimo de tender puentes, pienso que el autor ideal para abordar este asunto, por su rigor, profundidad y extensión es Baruch Spinoza. Para ir hilvanando con riqueza las diferentes cuestiones haremos un breve trabajo comparativo: por un lado los principios de de la filosofía de Spinoza, descritas principalmente en su obra “Ética demostrada según el orden geométrico”, y los de la filosofía Yoga Siddhanta (entendiendo por ello la tradición Tamil del Yoga de los 18 siddhas).
Como punto de partida, Spinoza aboga por salir del problema de la dualidad (tan arraigado a la raíz en el pensamiento occidental), afirmando que el universo en su totalidad es una única Sustancia que todo abarca, nada está fuera o por encima de ella. La define como “por Dios entiendo el ser absolutamente infinito, es decir, la sustancia que consta de infinitos atributos, cada uno de los cuales expresa una esencia eterna e infinita” (E, 1,6). Su posición, pese al enrevesado lenguaje metafísico, desde la que edificará su pensamiento es por lo tanto un monismo absoluto.
La filosofía Siddhanta parte un mismo eje o realidad, a saber, que todo lo que conocemos y lo que no conocemos es parte de la sinfonía divina, no diferente a nada, que todo tiene su causa y origen en un Absoluto, que contiene todo. En la trilogía de Kriya Yoga, concretamente en “La Llave Maestra para todos los males”, Babaji nos dice: 
“Yo soy el Ser Absoluto y Supremo, a la vez dentro y fuera de la finitud. Yo soy la Verdad, eterna y duradera. Yo soy el Único, todo en Mí mismo. Nada existe excepto yo, dentro y a través de todo lo que existe. Yo soy siempre Toda Existencia misma...Soy el Uno y el Todo y soy siempre todo Yo Mismo. Nada más existe” (LlMTM pág 246,247). El Kriya Yoga y la filosofía Siddhanta parte por tanto, del mismo modo, de un principio macro universal, un monismo absoluto.
Por lo tanto, para ambas perspectivas, “Dios es causa inmanente y no transitiva de las cosas” (E, I, 18),  la realidad no es una creación artífice de un arquitecto o relojero, al modo a que estamos acostumbrados (eso sería propio del dualismo, mundo/creador, obra/arquitecto, Creador/criatura), aquí el Absoluto lo abarca todo, nada es diferente de Él, todo está contenido. El místico alemán del siglo XIII, el Maestro Eckhart apunta claramente en la misma dirección, al decir “no hay Dios sin mi, ni mi sin Dios” afirmación que provocó el enfado y la reprimenda de muchos de sus contemporáneos.
En el caso de Spinoza dirá que nosotros, los seres humanos, los árboles y los animales... somos atributos de Dios, partes constituyentes de la Sustancia infinita. No se trata de igualar todos los planos, como tantas veces se pretende, el ser humano obviamente posee unas particularidades que lo hacen especial, sin caer necesariamente en el antropomorfismo. No quiero meterme de fondo en ello, apuntaba Sri Yukteswar (maestro de Yogananda), que entre otras cosas, la médula espinal del ser humano es única entre las criaturas (lo que significa que no todas las criaturas están en igualdad de planos).

En el despliegue de la vida hay una participación en lo divino, y a medida que iniciemos el desvelamiento de nuestra verdadera naturaleza, (conocer lo que somos), participaremos en mayor medida de la realidad divina en la que nacemos, siempre a través de nuestros actos y pensamientos. Todo es en Dios y sin él nada puede ser ni concebirse, lo cual apunta a que no se trata del Dios personal y trascendente de la teología, sino de la naturaleza  expansiva e indivisible. No es un determinismo sino, como veremos más adelante, es una co-acción de potencias, donde cada uno a través de sus actos dibuja su destino incrustado en un plano mayor.


Este es un punto crucial, ya que hay un esfuerzo mucho mayor por comprender lo que somos, que por describir pomposamente una filosofía que eleve un edificio cristalino de conceptos sin correlación con lo real. Tampoco se intenta juzgar o ridiculizar las diversas posiciones que fueron emergiendo a lo largo de la historia del pensamiento, Spinoza atiende a su experiencia personal con gran profundidad y grandes destellos de genialidad pariendo una filosofía realmente genuina. Hay un claro intento de dilucidar y conocer hasta las últimas consecuencias, pues lo que está en juego es la propia felicidad. 
La filosofía Siddhanta apunta en la misma dirección, la de la identificación y participación de la divinidad a través de nuestros actos y pensamientos, subrayando la comprensión o conocimiento por encima de los juicios particulares. Ambos planteamientos abogan por la comprensión inicial de la circunstancia humana, antes que juzgar la escena teatral que nos rodea desde nuestra tribuna personal. Sólo así podemos abrirnos paso en la telaraña de la existencia.
En palabras más sencillas, el ser humano pocas veces presta atención a ello, mira más al exterior que al interior, acostumbrado a buscar la felicidad siempre hacia fuera, en lo externo, como tan acostumbrados estamos. Las razones culturales y sociales que marcan esta etapa de la historia, la era global de las comunicaciones masivas, son diversas y complejas a la hora de sintetizarlas brevemente. Lo que si podemos dilucidar con claridad son sus consecuencias, donde nuestra cultura proyecta, como nunca antes, el alimento de la felicidad en lo externo y material, traducido en un consumismo desmesurado, el éxito, el mal entendido hedonismo, lo instantáneo y el dinero, que forman la piedra angular de la felicidad para la mayoría de las personas. Todo ello adornado por un nihilismo virtual propio de las sociedades híper tecnológicas que reduce la felicidad a la cantidad de “likes” que uno recibe. El cumplimiento de los estándares sociales instaurados externamente, especialmente la belleza, que en los últimos años se ha convertido en la tiranía del ego, incluso por encima de la propia salud, ejemplificado en que las personas antes querían salud, mientras que ahora prefieren tener un cuerpo diez. Incluso ahora se disculpa la ignorancia en aras de la belleza externa, puedes ser un bobo, pero si estás bueno, todo está bien, en ese punto estamos.
Es una carrera en la que estamos inmersos, que bajo una atenta mirada es una camino que lleva a ningún sitio. Si me va bien y cumplo los estándares antes mencionados, soy feliz, si no es así sufro. Por lo tanto, actualmente el bienestar o felicidad está en dependencia total con las circunstancias que a uno le envuelven, el foco está puesto en los elementos externos. Incluso cumpliendo la larga lista, la propia polaridad que genera el placer en la rueda del Samsara, hace que personas ricas y exitosas sean profundamente infelices, y eso es porque el ideal de felicidad que nos venden es una auténtica estafa.

Ello conduce a la larga a un camino de dolor, que no podemos evitar mientras el ruido del mundo no nos deje dilucidar algunas cuestiones esenciales. Atenazados por temores y alimentados por numerosas limitaciones, uno se pierde en la compleja trama de la vida humana y se ve totalmente arrastrado por ella. Ante esta circunstancia el dolor y el sufrimiento emanan como el magma de un volcán, desbordando nuestros proyectos e ilusiones, sin saber que es el miedo y la ignorancia, como si de un tiburón se tratase, que está jugando con su presa antes de devorarla en el fondo del océano.
En la filosofía del yoga ocurre lo mismo, parafraseando a Patanjali, aquel que no reposa en su naturaleza (el olvido o la ignorancia de lo que uno ES), está condenado al baile del mundo, adopta las formas de las oscilaciones de la mente, un devenir constante de imágenes y deseos que vuelven la vida misma, en último término, en un asunto agotador e incomprensible. La avidyia (ignorancia) le lleva a uno por laberintos oscuros gobernado por los acontecimientos que le rodean, en una rueda que gira a gran velocidad y nunca parece detenerse. Es el vivir en una ceguera permanente cuyo resultado es impredecible y doloroso hasta el agotamiento.
Spinoza señala que aquel que es capaz de elevarse del miedo y las supersticiones, el que ponga atenta escucha a su ser, obrará acorde a su naturaleza particular, que se traduce principalmente en alegría y participación de lo divino. Para Spinoza, conforme uno va descubriendo su verdadera naturaleza, su potencia de actuar se dispara, pasando a un mayor perfeccionamiento y participación de lo divino, su resultado es una vida feliz y serena, el propósito de toda ética. Es la salida de la ignorancia, la emancipación personal, la mayoría de edad que se decía en la Ilustración kantiana, el no plegarse al pensamiento ajeno sin antes observar uno detenidamente. Actuar haciendo oídos sordos, sin indagar en lo profundo de nuestro ser, conlleva un aminoramiento de la potencia del Ser mismo, traducido en imperfección y tristeza, arrastrado por las pasiones que dominan los actos de las personas bajo un falso velo de ejercicio de libertad.
Ante tal situación de profundo desconcierto, Spinoza señala la posibilidad de un empeño personal en transformar la propia vida, como verdadera prueba de su filosofía: 
«Después que Ia experiencia me había enseñado que todas las cosas que suceden con frecuencia en Ia vida ordinaria son vanas y fútiles, como veía que todas aquellas que eran para mí causa y objeto de temor, no contenían en sí mismas ni bien ni mal alguno a no ser en cuanto  que mi ánimo era afectado por ellas, me decidí, finalmente, a investigar si existía algo que fuera un bien verdadero y capaz de comunicarse y de tal naturaleza que, por sí solo, rechazados todos los demás, afectara el ánimo; más aún, si existiría algo que, hallado y poseído, me hiciera gozar eternamente de una alegría continua y suprema» TRE, parágrafo 1.
Encontramos numerosos obstáculos para tal propósito y su cumplimiento. El ser humano se cree libre cuando los actos del mundo le dominan, ignorando las fuerzas que conducen sus actos y voliciones, creyendo para sí mismo que tiene un perfecto gobierno de sí. Esa ignorancia le hace sentirse libre cuando no lo es, los afectos/afecciones externos dirigen sus actos y su grado de libertad es sumamente reducido mientras sea incapaz de ver el funcionamiento de su psique, más bien está totalmente determinado por las circunstancias que le rodean, no hay un por lo tanto un "actuar", sino más bien un zarandear de las pasiones que nos gobiernan fruto de nuestras deseos. Pero más allá de ese pesimismo inicial hay luz al final del camino, al alcance de los que afrontan los embates del alma y luchan por la alegría constante y elevada, encarnando un ideal de sabio que ha sabido elevarse por encima del mundo sin renunciar en ningún momento a él, más bien abrazándolo hasta las últimas consecuencias.

Por lo pronto la ignorancia y el miedo es uno de los principales males que recoge el filósofo holandés en aquellos seres humanos incapaces de encontrar una vía o camino para la felicidad, especialmente a la hora de nadar contra corriente. Por ello con frecuencia arropados por el temor y el desconocimiento se aferran a las supersticiones o las ideas vigentes sin cuestionarlas, intentando imponer su línea de pensamiento cada vez que ésta se vea amenazada, como tantas veces a pasado a lo largo de la historia. Lejos de pensar en utopías irrealizables Spinoza aboga por una reconversión expansiva, al igual que el Kriya Yoga, enfatizando que se puede ser feliz aquí y ahora, y que en resumidas cuentas es nuestra responsabilidad, y no vale echar las culpas al vecino:
“Todas las ciencias y quehaceres deben subordinarse a ese objetivo de perfeccionamiento (TRE, 15, 16), que desde nuestro punto de vista es desarrollar (vivir y explicar-entender) las interacciones temáticas entre naturaleza / conocimiento / alegría.”
Conducido al plano de la acción humana, la felicidad para Spinoza es el continuo poder-saber-gozar, que se retroalimenta sin fin, tanto en sentido ético como político (social, facilidad de convivencia). En el Kriya Yoga al referirse a la felicidad es comúnmente nombrada la tríada Satchitananda: existencia-conciencia-gozo. Queda  aquí clara la existencia de similitudes y puentes que en este caso se da entre el pensamiento oriental-occidental.  
De todo ello también se desprende el respeto escrupuloso por toda forma de vida que encaja en el pensamiento ecosistémico de Spinoza, a la par que con el yoga, donde ese respeto por todos los seres, se sostiene con la misma fuerza, como fácilmente cabría interpretarse, y de la que se desprende toda una filosofía que incluye el respeto a la naturaleza, arrastrada a una crisis tan profunda en estos días.
La filosofía Siddhanta apunta en la misma dirección, la de la identificación y participación de la divinidad a través de nuestros actos y pensamientos, subrayando la comprensión o conocimiento por encima de los juicios particulares. Ambos planteamientos abogan por la comprensión inicial de la circunstancia humana, antes que juzgar la escena teatral que nos rodea desde nuestra tribuna personal. Sólo así podemos abrirnos paso en la telaraña de la existencia. 

Es extremadamente importante no olvidar el control del deseo y los apegos, que resulta fundamental en esta lectura, y que en muchos casos constituye la esencia de toda la filosofía de Spinoza, la mirada atenta de nuestras voliciones, impulsos y apetitos son la base sobre la que construir ese estado de aceptación y alegría de la realidad sin  cortes o mutilaciones.


Como bien señala Luciano Espinosa Rubio, catedrático de la Universidad de Salamanca, experto y profundo conocedor del pensamiento de Spinoza, y uno de mis profesores más queridos:


"Visto con perspectiva amplia, habría que decir que la esencia humana consta de energía básica, cognición, sentimientos, actitudes e intereses radicales en el medio histórico, social y natural de la propia biografía... el control del deseo supone apertura y es un proceso constante, y su registro va desde la salud hasta la felicidad serena, lo cual incluye cultivar todos los aspectos de la vida y crear una cultura que propicie la expansión íntima del sujeto...Se trata al fin, de aligerarse de cargas innecesarias, de efectuar una terapia profunda de autoliberación, de aprender a humanizar esa energía primordial que compartimos con el árbol, el tigre y las estrellas" (IGS pg 72).
Más allá de la situación de profundo desconcierto, Spinoza señala la posibilidad de un empeño personal en transformar la propia vida, como verdadera prueba de su filosofía. Para terminar, vemos cómo ambos pensamientos apuntan al conocimiento y a la salida de la ignorancia para volver la cara a Dios, Ishvara o La Madre Divina. Así apunta a ello el Kriya Yoga de Babaji y también el propio Spinoza cuando dice:
Así, Ia suprema virtud y el supremo bien del alma es conocer al ser absolutamente infinito (Dios), fuente de todo ser y conocer, donde reside toda garantía y plenitud; saber en el que todas las naturalezas particulares confluyen sin divergencia posible, ya que tal comunidad en Ia virtud nace de Ia «naturaleza misma de Ia razón, pues ello se deduce indudablemente de Ia esencia humana misma, en cuanto definida por Ia razón, y el hombre no podría ser ni concebirse si no tuviera Ia potestad de gozar de ese supremo bien” (E, IV, 36 esc.)
Marshall Govindan viene a decir prácticamente lo mismo:
La persona de Auto-realización espiritual se convierte en un "trabajador divino", encontrando lo Divino no sólo en sí mismo, sino en todos los seres. Su igualdad integra el conocimiento, la acción y el amor, y los caminos del yoga de jnana, karma y bhakti prescrito en el Gita. Habiendo realizado su unidad con todo en la dimensión espiritual, su igualdad está llena de simpatía.” (YS, pág 223.)
Se ha visto, por otro lado, que no hay lugar para lo que suele llamarse sobrenatural, pero la intención última es rebasar la simplificación inevitable de términos como panteísmo, ateísmo...,  que apenas he utilizado, susceptibles tanto de una lectura mística como materialista, pero ambas unilaterales, reduciendo su significado a una igualdad de planos que no se corresponden y que podrían provocar una mayor confusión. También se ha visto como las verdades del Ser expresadas en el Kriya Yoga son compatibles con discursos filosóficos lejanos en el tiempo y el espacio, de figuras mucho más cercanas como lo fue el pensador holandés Baruch Spinoza.


Bibliografía:

Ética demostrada según el orden geométrico, Spinoza Baruch, traducción de Atilano Dominguez.

LlMTM Llave Maestra de Babaji para todos los males, Babaji Nagaraj, 2ed, 2003

TRE Tratado de la reforma del entendimiento, Spinoza Baruch, traducción Atilano Dominguez.

YS El Yoga de los 18 Siddhas, edición T.N Ganapathy y Marshall Govindan, 2003.

IGS Una interpretación general de Spinoza, Luciano Espinosa Rubio, Universidad de Salamanca 1997.