jueves, 19 de diciembre de 2019

Agastyar

“Agastyar está considerado como el primer Siddha, y uno de los siete sabios prominentes (sapta-rsis) que constituyen las autoridades de la sabiduría humana de los Vedas”.  (El Yoga de los 18 Siddhas, Antología de textos,  T.N. Ganapathy y Marshall Govindan, pg 67).

Agastyar parece ser el primer el Siddha. Las historias que se le atribuyen están en un orden cosmológico totalmente diferente. Se dice que Indra le pidió ayuda en su lucha contra los demonios del mar y Agastyar absorbió los océanos en su ayuda. En otra fue enviado al sur de la Tierra por Shiva para restablecer su equilibrio. También ejecutó a dos demonios, Vatabi y Villalba, que sembraban el terror y la destrucción. Se le atribuye la creación del Río Kaveri en sur de la India y algunos himnos védicos.

Fue el mismo Señor Muruga quien le inició, Agastyar recibió directamente las enseñanzas de un Dios. Sus logros están a la altura de sus enseñanzas. Participó activamente en la vida humana, y contribuyó enormemente al desarrollo de la sociedad. Fue un gran erudito, se le atribuyen 190 obras que abarcan diversas temáticas como medicina, astronomía, química, farmacia y cirugía. Su dominio sobre todos los planos le permitió divinizar su cuerpo y esquivar a la propia muerte pudiendo vivir durante cientos o miles de años. Alcanzó el samadhi en Tiruvanatapuram. No es de extrañar que muchos de los otros Siddhas recibieran sus enseñanzas y que sus discípulos alcanzasen cotas inimaginables.

Las enseñanzas de Agastyar podemos encontrarlas en el Tirumandiram. Sus poemas apuntan al potencial que encierra cada ser humano, cada uno de nosotros, para divinizarnos. El ser humano puede desprenderse de su ignorancia y deviene en una nueva condición ante la desaparición del ego. En ese momento el Jiva se convierte en Shiva. esto es, el individuo se convierte en dios. Nuestro verdadero Ser se funde en lo divino. “ Los jivas, que son eternos, han recibido vida y cuerpo de Siva/Sakti para que puedan deshacerse de sus impurezas primordiales y llegar a ser verdaderamente puros y libres.” (Tirumandiram, vol.1 pg 148, Traducción al inglés y notas del Dr. B. Natarajan, D. Lit. Edición de M. Govindan, M.A.)

Desde una perspectiva más familiar y cercana, podemos decir con ciertas cautelas que Platón venia a decir prácticamente lo mismo. El alma encarna en un cuerpo, y en el cuerpo olvida. Olvidamos lo que somos y nos dejamos arrastrar por las imágenes de la caverna, el mundo como apariencia. Curiosamente para Platón conocer es recordar, recordar que el alma, nuestro verdadero Ser  (purusa) pertenece al Mundo de las Ideas, a ”Shiva”. El camino de regreso a casa, la salida de la caverna platónica.

Este es el camino del yogui, el autoconocimiento más allá de los deseos que finaliza en el cumplimiento de la naturaleza misma en su estado más elevado. El yogui deja partir lo que no es para volver la cara a lo que es. Activa la energía primordial que descansa en la base de la columna para elevarlo a los centros superiores de consciencia. La forma más fácil y rápida de realizar el proceso es practicando yoga, sadhana. Dicen los Siddhas que tu felicidad depende de la cantidad de sadhana que hagas.

Algunos versos de Agastyar recogido en el volumen 1 del Tirumandiram:

424. El descenso de la Gracia
La gracia de Bindu descendió desde las montañas cubiertas de nubes, impregnó el universo y todos los rincones,
entró en Pranava y habita como Kundalini en Muladhara.

440. El ojo no se ve a sí mismo
Una arcilla, muchos los receptáculos; un Dios impregna a todas las especies; el ojo percibe cosas diversas (1) aunque a sí mismo no se ve.
Así es, no vemos al Dios que está en nosotros.

460. El Jiva tiene consciencia y deseos
Allí en el útero preñado,
el alma está en quiescencia primordial (estado turiya). Desde ese estado, Maya y su tribu la elevan
y le ortorgan Consciencia
y las ocho evoluciones de Maya -deseos y el resto. Así dicen las Escrituras, sagradas y verdaderas.

504. El Señor hace las cosas apropiadas para aquellos del tierno amor
A aquellos que están destinados a ser, dejadles que sean;
a aquellos que están destinados a no ser, dejadles que no sean;
a aquellos que están destinados a ir, dejadles ir;
a aquellos que están destinados a venir, dejadles venir.
El Todopoderoso Nandi lo muestra todo y es testigo de todo.
Todas las cosas apropiadas Él hace
para aquellos que Le aman con ternura.






miércoles, 11 de diciembre de 2019

Los 18 Siddhas de la tradición Tamil

Uno de los linajes de Kriya Yoga es el de los Siddhas de la tradición Tamil. Se dice que 18 Siddhas, esto es, seres perfectamente iluminados, constituyeron el inicio de un movimiento milenario que estamos recuperando en estos días. Su sabiduría estaba más allá de la comprensión humana, sus conocimientos sobre medicina, anatomía, astronomía y el funcionamiento del cuerpo y de la psique humana estaban a un nivel totalmente diferente. Ellos representan la personificación del Tantra, no como comúnmente se malinterpreta sugiriendo sexo y desenfreno. Tantra significa red, y estos seres perfectamente iluminados abogaban por la autorealizacion sin la renuncia ni del mundo ni del cuerpo.  no solo podían glorificar al Ser sino que también divinizaban su cuerpo, rompiendo los límites que generalmente éste representa, llegando a vivir durante cientos e incluso durante miles de años. Su legado permanece en frágiles hojas de palma, que la actual a Orden de Los Acharyas del Kriya Yoga de Babaji intenta recuperar y salvar a toda costa. La fragilidad de las hojas de Palma hace que unas inundaciones, (como ya ha sucedido), o cualquier tipo de catástrofe puedan provocar la desaparición total de esta sabiduría milenaria.

Se dice que los Siddhas entraban en profundos estados de samadhi que duraban meses y en ocasiones hasta años, escribían unos versos como regalo a los honestos aspirantes que son recogidos en el Tirumandiram, una obra magna que aglutina las perlas de estos seres realizados de la tradición Tamil Nadu y que han sido recientemente publicadas, después de permanecer desaparecidas durante muchos años. Es un trabajo titánico que poco a poco va saliendo a la luz.

Los Siddhas no adoraban a ningún Dios concreto, ni tenían una religión predilecta, huían de las élites religiosas y de cualquier forma de pensamiento cerrada y excluyente. Atacaban los sistemas de casta, los fanatismos, la instauración de credos impuestos y elevaban su vida al amor y a Dios. Su estilo de penumbra, oculta sus significado ante los ojos de los curiosos, asegurando así que su legado fuese comprendido por aspirantes honestos. Uno de los Siddhas reconocidos por la tradición es Patanjali, autor de los Yogasutras, representado con medio cuerpo humano y la parte inferior de serpiente, aludiendo al poder de la Shakti que reside en cada uno de nosotros.

Aquí dejo una representación de Boganathar, uno de los grandes maestros de Kriya Babaji Nagaraj.



miércoles, 15 de mayo de 2019

La Filosofía del Yoga de Patanjali (III): Ignorancia y experiencia


"Todas las experiencias incluídos los sueños surgen de la ignorancia" dice el maestro tibetano Tenzin-Wangyal Rinpoche. En su obra "El Yoga de los Sueños", tiene una introducción sobre el tema tan brillante, que no he podido evitar escribir sobre ella. Aunque el título de la entrada hace referencia a Patanjali y a su obra clásica de los Yogasutras, el trato que se le da a la ignorancia (avidya) en ambos campos (budismo y yoga) es muy similar en su estructura y forma, por no decir que son casi idénticos. Las diferencias entre ambos campos se darán a un nivel metafísico muy ulterior, que poco tienen que ver con el tema que nos proponemos a tratar ahora.

Para los occidentales, decir que las experiencias y los sueños brotan de la ignorancia es una afirmación que puede resultar chocante, así que nuestro primer paso es definir la ignorancia. Podemos definir dos tipos de ignorancia: la ignorancia innata y la ignorancia cultural. La ignorancia innata es la característica que define a todos los seres ordinarios y la base de maya o samsara. En ella lo que ignoramos es nuestra verdadera naturaleza (purusa), y la verdadera naturaleza del mundo, que resulta en los enredos con los engaños de la mente dual. Es la identificación con los procesos psicomentales que emergen de nuestra mente la que nos hace creer que existe un yo y como consecuencia un otro. La mente particiona y conceptualiza la realidad teniendo un "yo" como centro, que es correspondido por los movimientos mentales, naciendo un "ego" con el que nos identificamos constantemente, dándole una identidad y existencia al torrente de nuestros pensamientos, bajo esa identificación con lo que creemos ser caemos en la ignorancia. Como consecuencia de esa perspectiva dualista nos encontramos con que:

 "El dualismo rectifica las polaridades y dicotomías. Divide la unidad indivisible de la experiencia en esto y aquello, lo bueno y lo malo, tú y yo. Basados en estas divisiones conceptuales, desarrollamos preferencias que se manifiestan como ambición y aversión; éstas son las respuestas habituales que definen aquello que identificamos como lo que somos. Queremos esto y no aquello, creemos en esto y no en aquello, respetamos esto y menospreciamos aquello. Queremos placer, comodidad, riqueza y fama, y tratamos de escapar del dolor, la pobreza, la vergüenza y la incomodidad. Queremos estas cosas para nosotros mismos y para aquellos a quienes amamos, sin importarnos lo que suceda a los demás..."

De nuestra ignorancia respecto a lo que somos, y lo que el mundo realmente es,  nace y se consolida esa dualidad epistemológica que desarrollamos fuertemente de manera innata. Es una ignorancia de carácter metafísico, de primer orden, en una categoría ontológica que escapa a nuestro alcance. Yo, el mundo, los demás, todo como entes externos e individuales ajenos a mi. De esta primera ignorancia con la que nacemos es de donde surge nuestra visión errada de lo que somos y de lo que la naturaleza es, como si hubieramos nacido con una lente desenfocada que distorsiona e impide cualquier claridad. Es la caverna de Platón, estamos sumidos en la oscuridad y la ilusión. Y la visión dualista del mundo se impone como la más natural y sensata, construida sobre un edificio conceptual al que llamamos realidad. Una superposición de imágenes que aparecen constantemente en la mente.

El segundo tipo de ignorancia con el que vamos a tratar es la "ignorancia cultural"  el individuo nace siempre en una circunstancia, en un entorno, y será ahí donde se agudice esa ignorancia con más fuerza a través de la tradición y el entorno cultural.

"Existe un segundo tipo de ignorancia que está condicionada culturalmente. Aparece cuando los deseos y las aversiones se institucionalizan en la cultura y se codifican en el sistema de valores. Por ejemplo: en India, los hindúes creen que es incorrecto comer carne de vaca, pero consideran apropiado comer puerco; en cambio, los musulmanes creen que es apropiado comer carne de vaca, pero tienen prohibido comer puerco. Los tibetanos comen ambos. ¿Quién está en lo correcto? El hindú cree que los hindúes están en lo correcto. El musulmán cree que los musulmanes están en lo correcto. Y el tibetano cree que los tibetanos están en lo correcto. Estas diferentes creencias surgen de las predisposiciones y creencias que son parte de cada cultura, no de una sabiduría básica."

Es lo que en antropología se conoce como el relativismo cultural. Son las costumbres y los sistemas de valores de la cultura en la que nacemos, que se trasmiten a través de las generaciones, dando forma a la cultura y los valores morales que condicionan cada sociedad y cada época.

"La ignorancia cultural se desarrolla y preserva en tradiciones; permea todas las costumbres, opiniones, sistemas de valores y de conocimiento. Tanto los individuos como las culturas aceptan estas preferencias como algo tan fundamental que las confunden con el sentido común o con la ley divina. Crecemos apegados a ciertos valores, a un partido político, un sistema médico, una religión, una opinión acerca de cómo deben ser las cosas. Pasamos por la escuela primaria, la secundaria y quizá la universidad y, en cierto sentido, cada diploma es un trofeo ganado en el camino del desarrollo de una ignorancia más y más sofisticada. La educación refuerza el hábito de ver el mundo a través de determinado lente. Podemos volvernos expertos en una perspectiva equivocada, volvernos muy precisos en nuestra forma de entenderla y relacionarnos con otros expertos. Lo mismo puede ocurrir con la filosofía, en la que uno aprende con detalle sistemas intelectuales y desarrolla la mente para hacer de ella un agudo instrumento inquisitivo. Sin embargo, mientras no traspasemos nuestra ignorancia innata, sólo estaremos desarrollando un prejuicio adquirido, no la sabiduría básica. Nos apegamos a las cosas más nimias: una marca específica de jabón o un corte de pelo determinado. En otra escala, desarrollamos sistemas políticos y religiosos, filosofías, psicologías y ciencias."

 La mente entra en juego y empieza a formular conceptos, define esa realidad y la categoriza en lo que cree bueno o deseable, y huye de lo que cree malo y rechaza (aversión).  Nace la personalidad, el ego, moldeado constantemente por los entornos culturales, y éste  se erige como un tirano que nos dice constantemente hacia donde apuntar, creyendo que es autónomo y libre cuando desde su misma raíz está condenado. Consolida el dualismo de placer y dolor al que estamos tan acostumbrados, tomándolo como la más alta realidad, buscando el primero y huyendo del segundo.

Si juntamos la ignorancia innata con la que nacemos, en la que nos identificamos fuertemente con los movimientos de nuestra mente y el ego, y le agregamos todo el constructo social que nos permea constantemente, el resultado que obtenemos es el de nuestra propia vida.

"Esto no es malo, es simplemente lo que es; nuestros apegos nos pueden llevar a la guerra, pero también se manifiestan como tecnologías útiles y artes diversas que son de gran beneficio para el mundo. Mientras no seamos seres iluminados, participamos de la dualidad, y eso está bien. En el Tíbet hay un refrán popular que dice: "Cuando estés en el cuerpo de un burro, disfruta el sabor del pasto". En otras palabras, debemos apreciar y disfrutar esta vida porque tiene sentido y es valiosa en sí misma y porque es la vida que estamos viviendo."

 El yogui en su camino será un mero espectador, un testigo que observa los avatares y dramas de la existencia humana. El camino del yogui pasa por abandonar los apegos de su mente, el camino para reposar en su verdadera naturaleza. Su posición es de ecuanimidad, no se inclina ni inmiscuye en los asuntos del ego, ya no valora, permanece en el testigo.


miércoles, 10 de abril de 2019

La filosofía del Yoga de Patanjali (II)



Para entender la filosofía que se desprende del yoga clásico de Patanjali, Mircea Ileade en su obra sobre el yoga de Patanjali, señala en comprender cuatro ideas fundamentales que dan sentido y movimiento no solo a la filosofía del yoga, sino también a otras tradiciones espirituales del panteón indio. Estas ideas son el karma, maya, el nirvana y el yoga. El pensamiento indio ha intentado penetrar en la ley de la causalidad universal, el karma, que explica la adhesión del hombre con el cosmos y lo condena a transmigrar indefinidamente. El despliegue misterioso de la existencia, que engendra y sostiene el cosmos conocido, maya, es la ilusión cósmica por la que el ser humano se ciega al verse ignorante (avidya). La realidad absoluta, lo único que realmente tiene verdadera existencia ontologica, más allá de ese velo ilusorio de maya, que nos impide ver lo permanente e imperecedero, lo inmortal y lo trascendente, lo indestructible, el alfa y el omega, el Ser que metafísicamente está por encima de cualquier orden, al que nos unimos mediante el nirvana, moksa o liberación. Y por el último el yoga, que propone los medios y técnicas para alcanzar a ese Ser absoluto, más allá de nuestro estado de ignorancia original.

Estas cuatro ideas en esencia las podemos encontrar en buena parte de las tradiciones espirituales de oriente, con diferentes nombres o matices. Vemos como la India articula en torno a estas cuatro ideas toda una cosmogonía que explica el camino de la liberación del sufrimiento, nuestro regreso a casa, a lo que verdaderamente somos. Como comentábamos en la entrada anterior, el ser humano se identifica con el flujo de pensamientos, con su actividad psicomental, cree que su alma o esencia es la misma actividad de sus procesos mentales. De esta identificación surge la sensación del yo, el ego, la imagen irreal creada de uno mismo que nos arrastra con los sucesos que vive al identificarnos plenamente con él. El sabio es el que es capaz de liberarse de esta paradójica situación, por lo tanto liberarse significa apropiarse de otro modo de ser que trasciende a la condición humana habitual, sumergida en maya, forzando un nuevo nivel de existencia. Cuando uno se libera, deja morir su ser identificado con los pensamientos, dando lugar a un nuevo estado de naturaleza mística en el que más tarde profundizaremos. El apego por uno mismo, la sensación del yo, el egoísmo o ego debe ser erradicado si queremos dejar de sufrir y vernos arrastrados por la noria de la vida (maya). Hay por lo tanto una depreciación del mundo tal como lo conocemos, porque este nos conduce inexorablemente al sufrimiento. Como aclaración no se trata de negar la existencia del mundo, o establecerla como ilusoria, sencillamente la percibimos de forma engañosa. Nos vemos apegados al cuerpo y a la personalidad y en primera y última instancia nos vemos mortales.

En los Yogasutras de Patanjali, se explican detalladas las técnicas que podemos seguir para eliminar nuestro ego y las falsas identificaciones. En otros tipos de yoga o tradiciones podrán poner mayor o menor énfasis en determinados puntos, pero todos ellos apuntan a la salida de la ignorancia mediante ejercicios y técnicas. A pesar de esos pequeños matices todos apuntan a un desprendimiento de nuestra vida psicomental, de nuestra personalidad ordinaria, dar muerte al ego que se identifica con los sucesos, y en ese “dar muerte” se produce un nuevo renacer representado por la liberación. En otras palabras, el yogui muere en vida para obtener un nuevo renacer. Mientras no se solucione la confusión de lo que verdaderamente somos, en virtud del karma seguiremos el ciclo de reencarnaciones.

domingo, 17 de marzo de 2019

La filosofía del Yoga de Patanjali (I)

Mircea Ileade en su obra sobre el yoga de Patanjali, sostiene que el yoga es una disciplina que proyecta un potente sistema filosófico descrito en los su forma clásica por los Yogasutras del siddha Patanjali. Entenderlo o aglutinar sus diferentes partes en la cabeza no es tarea fácil, por otro lado hay un gran número de elementos que coinciden con otros pensamientos espirituales que germinaron en la India con los que comparte puntos de vista esenciales.

El punto de partida filosófico en la que nos situamos es el sufrimiento. En la India el ser humano busca la liberación del sufrimiento en la existencia.
"Todo es sufrimiento para el sabio", escribe Patáñjali (Y-S., II, 15). Mucho antes que él, el Buda había proclamado: "Todo es dolor, todo es efímero".  La vida, llena de altibajos y abruptos giros, trae consigo un dolor y un padecer cuya eliminación, es la aspiración máxima no sólo del Yoga, sino también del Samkhya, Jainismo, Hinduismo o el Budismo. "El cuerpo es dolor porque es el lugar del dolor; los sentidos, los objetos, las percepciones, son sufrimiento porque conducen al sufrimiento; el placer mismo es sufrimiento, porque el sufrimiento le sucede" (Aniruddha, en su comentario a S-S., II, 1). Mientras que los europeos a lo largo de la historia del pensamiento dirigían sus fuerzas a demostrar la existencia de Dios, el pensamiento indio se afanaba a una tarea, liberarse del sufrimiento de la existencia.

Sin embargo, este planteamiento inicial no decaerá en una filosofía pesimista, ninguna de los caminos propuestos por la mayoría de las tradiciones filosóficas indias cae en la desesperanza. Y es que a pesar de este terrible escenario de inicio hay solución, el sufrimiento universal si sabemos manejarlo para liberarse no es definitivo. Liberarse del sufrimiento es el fin de todas las filosofías y de todas las místicas de la India. Ésta tarea se vuelve el núcleo más importante del pensamiento indio, y aunque hay múltiples caminos y propuestas, el fin es siempre el mismo, cultivar la ciencia que nos emancipe del dolor y nos libere.

Para el yoga la situación está muy clara, sufrimos porque ignoramos nuestro verdadero espíritu, nuestro verdadero Sí mismo, y nos identificamos con los fenómenos psicomentales… y la liberación no se producirá hasta que resolvamos esa confusión. Las personas creen en efecto que su vida psicomental (nuestros deseos, sensaciones, pensamientos…) es idéntica al espíritu, al Si mismo. Confunde dos realidades opuestas, ve la Naturaleza y sus fenómenos (prákrti) como lo eterno e imperecedero (púrusah). La vida de la persona ordinaria está sumergida en potentes torbellinos psicomentales que fluyen incansablemente y le hacen identificarse con los mismos, creyendo que él es esencialmente eso, un ser humano participando de la realidad fenoménica. Esta terrible confusión entre lo que somos y lo que creemos ser nos vuelve partícipes de una ignorancia que acarrea una existencia de sufrimiento.

Es aquí donde se produce un lapsus, ya que el ser humano se apega a la realidad ilusoria de los movimientos de la mente y las interpretaciones que esta hace sobre el mundo. Aquí es donde nace la ignorancia de carácter metafísico: confundo mi ser eterno con la imagen del ego, y me veo totalmente arrastrada por ella. Lo peculiar aquí es que mi ser eterno nada tiene que ver con mi ego, yo no soy mis pensamientos, ni tampoco todas las circunstancias que se suscriben en mi vida, mi ser eterno es inmutable e imperecedero, el ser humano ordinario lo ignora porque se ve imbuido en todo un torrente de actividad psicomental y se ve arrastrado por ella. La liberación se obtiene cuando uno cala en esta verdad. El liberado fulmina la falsa imagen que tiene de sí mismo (ego), y se identifica plenamente con lo que verdaderamente Es.

El espíritu “es el que ve (sákshin, 'testigo'), es aislado (kaivályam), indiferente, simple espectador inactivo", escribe Isvarakrsh/Ja (S-K., 19) y Gaudapada, en su comentario, insiste en la pasividad eterna del púrusha. La autonomía y la impasibilidad del espíritu son paradigmas tradicionales. Irreductible, desprovisto de cualidades, el púrusha no tiene "inteligencia" (S-S., I, 146). En otras palabras, nuestro verdadero Ser espiritual no se ve afectado por nada, no es esto o aquello, es inconmensurable y eterno, indescriptible por palabras limitantes, está más allá de las capacidades de la mente habituada a producir imágenes de la naturaleza, desarrollar conceptos sobre el mundo fenoménico e identificarnos con ellos es la causa de nuestra ignorancia.

La misma posición se da en Patáñjali: en los Yoga-Sútra, II, 5, nos recuerda que la ignorancia consiste en considerar lo que es efímero, impuro, doloroso y no-espiritual como eterno, puro y de la naturaleza de la beatitud y del espíritu. Vyása (comentario a Y-S., II, 18) insiste una vez más en que la percepción, la memoria, el razonamiento etc, pertenecen de hecho a la inteligencia (buddhi) y que únicamente por efecto de una ilusión se atribuyen al púrusha esas facultades mentales.

Como dice Mircea Ileade, “Constituye una ilusión creer que el espíritu es dinámico porque la experiencia mental lo es. En realidad, no se trata sino de una relación ilusoria (upadhi) debida a una "correspondencia de simpatía" entre el Sí-mismo y la inteligencia. De toda eternidad, el espíritu se encuentra arrastrado a esta relación ilusoria con la vida psicomental (es decir, con la "materia"). Ello se debe a la ignorancia (avidyá) (Y-S., II, 24) y, mientras la avidyá se mantenga, ahí está la existencia, en virtud del karman, y con ella el dolor. Insistamos un poco sobre este punto. La ilusión o ignorancia consiste en confundir el inmóvil y eterno púrusha con el flujo de la vida psicomental (S-S., III, 41). Decir: "sufro", "quiero", "aborrezco", "conozco" y suponer que el sujeto "yo" se refiere al espíritu, es vivir en la ilusión y prolongarla; pues todos nuestros actos e intenciones, por el solo hecho de depender de la prákrti, de la "materia", están condicionados y regidos por el karma”.



viernes, 8 de marzo de 2019

Schopenhauer y oriente


El mundo es mi representación: esta es la verdad que vale para todo ser viviente y cognoscente, aunque solo el hombre puede llevarla a la conciencia reflexiva abstracta: y cuando lo hace realmente, surge en él la reflexión filosófica. Entonces le resulta claro y cierto que no conoce ningún sol ni ninguna tierra, sino solamente un ojo que ve el sol, una mano que siente la tierra; que el mundo que le rodea no existe más que como representación, es decir, solo en relación con otro ser, el representante, que es él mismo...” (El mundo como voluntad y representación, 1818).

Schopenhauer fue el primer filósofo occidental en la que su filosofía brota genuinamente de escritos lejanos procedentes de la India, Su filosofía está en perfecta consonancia con textos de los Upanishads. En un primer lugar para Schopenhauer el mundo es básicamente representación, la realidad que percibimos es una representación del sujeto que la conoce, del ojo que la observa. Por otro lado nos dice que el principio cósmico y fuerza generadora de todo lo que existe es lo que él llama “voluntad”. La voluntad en este terreno no guarda cercanía con el concepto de voluntad al que estamos habituados. La voluntad es el inefable principio con el que el universo se despliega, una fuerza primordial que subyace todo lo que acontece en el cosmos, y en última instancia todo lo que existe. La posición de salida del ser humano es el dolor, no es una filosofía pesimista, al igual que el budismo o el yoga de los Yogasutras tampoco lo son, describe sin cortapisas la situación de fondo a la que todo ser viviente en algún momento se ve sometido. Si juntamos que el sujeto es el que representa, que en el mundo existe un principio de dolor y sufrimiento del que es posible emanciparse, y que la sustancia o principio cósmico que sostiene la realidad total del universo es una y la misma en todas las circunstancias, obtenemos una filosofía genuina desde el punto de vista occidental que guarda ineludibles referencias a las filosofías de corte oriental que buscan la liberación del sufrimiento aquí y ahora. Schopenhauer tenía muchos recursos y esto le permitió viajar a la India donde pudo empaparse de toda la filosofía que desprendían los grandes sistemas indios, él la exportó y la presentó en un lenguaje propio de la filosofía europea.

jueves, 24 de enero de 2019

Nisargadatta Maharaj



Anoche sentí un estruendo que hizo temblar todo mi interior. Era el final de una larga serie de días y noches escuchando a un sabio redoblar los tambores que yacen en la tierra. El nombre de ese sabio (jnani) es Nisargadatta Maharaj. Fue a raíz de la lectura de la Trilogía del Kriya Yoga de Babaji que escuché por primera vez la palabra jnani. Un jnani es un sabio auto realizado por la vía del conocimiento. Jnana quiere decir sabiduría, la “i” agregada consuma a aquel que la encarna. En varias momentos de la Trilogía del Kriya Yoga de Babaji, se nos presenta al más conocido y majestuoso de los jnanis del siglo XX, Ramana Maharshi, el sabio de Arunachala, (que por cierto, merece una o varias entradas en este blog de forma obligada). Fue entonces que azotado por un impulso devorador busqué más datos sobre la figura de Ramana Maharshi, visualicé documentales, textos y comentarios sobre los textos del gran maestro del “silencio”; (Hay un documental ganador del festival de Cannes en 2015 que nos presenta su figura, “Jnani”, se puede encontrar en YouTube con subtítulos en 25 idiomas diferentes que recomiendo ver encarecidamente).

Consecuencia de dicha búsqueda leí unos comentarios de David Godman (gran recopilador, escritor y divulgador inglés de diferentes maestros advaita), sobre un jnani cuyo nombre es Nisargadatta Maharaj. Había pasado unas cuantas semanas dedicando varias horas al día a Ramana Maharshi, así que pensé que una evolución natural era leer a Nisargadatta Maharaj, además tenía tiempo y me sentía con cierto impulso. Encontré con facilidad su obra más emblemática, “Yo soy eso” y comencé su lectura.

Lo que en esas páginas me encontré fue inmensamente revelador. Cada día me sumergía en constantes torrentes de palabras que hacían vibrar hasta la última célula de mi cuerpo. Las conversaciones recogidas con los visitantes que acudían a verle me dejaban perplejo. Gente de toda condición, eruditos, escépticos, ateos, religiosos, curiosos, indios, occidentales, mujeres, hombres… o quien quiera que se acercase, era quemado por el calor de sus palabras. Nisargadatta es un jnani osado, interrogador, provocativo, nada de esa imagen preconcebida de un sabio que sólo habla cuando aterriza en este mundo. A él le gustaba la conversación y animaba a que le preguntasen. Era capaz de desmoronar a las mentes seguras de ideas inamovibles como el acero y reducir sus argumentos a una bola de papel, como si un elefante aplastase a una hormiga, tal era su fuerza. La historia se repite capítulo tras capítulo, alguien se acerca a hacerle una visita, se presenta y cuenta algunos detalles de su vida, (su profesión, su práctica, su sadhana, qué le trae por la India, los maestros que ha conocido o visitado), y Nisargadatta le instiga a preguntar. La cantidad de conversaciones es interminable, (el libro tiene más de 500 páginas), y en ninguna encontramos una pregunta o enigma que no sea capaz de dar respuesta con un profundo significado.

Libre de contradicciones o paradojas se desenvuelve como un cocodrilo gigante en el cauce del río. Sabía exactamente el lugar en el que sus interlocutores se encontraban y prendía la llama en su punto más débil, a modo de un fuego rojo y abrasador de argumentos y teorías dejaba totalmente destruidas las certezas del visitante. Jamás he visto a nadie contestar a una infinidad de cuestiones de semejante calado como él hace, como si de un cazador se tratase, hostigaba a cualquiera de las mentes que se acercaban a su bosque y les daba caza reduciéndolas a cenizas. Cual cazador se vale de herramientas poco refinadas, y así se mostraba Nisargadatta, él no era un erudito ni un estudioso, sólo necesitaba sus flechas y su afilada navaja para dar muerte irrevocable a las argucias de la mente de todas las criaturas mortales que se presentaban ante él. No había trampa alguna, ni tampoco trucos, sino el inconmensurable poder que puede adquirir la palabra en manos de un sabio advaita auto realizado, todo estaba ahí, tan cristalino y claro como es el agua de un arroyo que acaba de nacer.

Durante dos meses le dediqué la mayor parte de mi tiempo, leyendo y releyendo las preguntas y respuestas de todas las conversaciones recogidas. Nadie puede no verse reflejado en una buena parte de las cuestiones que allí se plantean, como si un destello apareciese sobre el alma, la despierta y la vuelve mirada atenta de lo que acontece. A cada cuestión sobrevenía una respuesta que poseía el poder y el fulgor de las estrellas. En un ejercicio de mayeútica socrática como nunca había encontrado, Nisargadatta es capaz de posarse en la noche más oscura del alma y encender una bengala. Con una agilidad mental innata, espontánea, impredecible hasta decir basta, el corazón del aspirante se derrite como cualquier cuerpo que se acerca a la superficie solar...

No ha sido una lectura fácil, la cantidad de información reveladora que uno tiene necesariamente que absorber obliga a una lectura pausada y seguida de una meditación. Pero no por su abstracción o por su lenguaje enrevesado, sino para poder digerir la ingente cantidad de cambios que su sabiduría suscita en cuestiones sumamente capitales. A veces quería seguir leyendo y devorando páginas para ver si mi asombro se saciaba, pero era imposible, mi pequeña mente filosófica era incapaz de seguir el ritmo de semejante león de Dios, como si una lluvia de cometas impactasen en lo profundo de mi ser. Cuando terminé el libro no tenía ninguna duda de que lo más sensato era comenzarlo de nuevo. ¡Om Kriya Babaji Namasté!