Las raíces del cristianismo y otras grandes religiones monoteístas, así como numerosas corrientes filosóficas, elevaron la idea de Dios como un creador, como un padre que mira y se preocupa de sus criaturas, planteando desde sus cimientos una metafísica dualista. Hay una dualidad, por un lado estamos arrojados a la existencia, que vivimos de forma separada de la divinidad como otros entes, y por otro lado está Dios, todo poderoso, arquitecto y relojero de todo el universo y cuanto existe, (de ahí el dualismo). Esta es la visión predominante a lo largo de la historia de occidente. Si lo que quiero es establecer una comparativa con el pensamiento que se desliza del Kriya Yoga de Babaji, y la filosofía occidental, con ánimo de tender puentes, pienso que el autor ideal para abordar este asunto, por su rigor, profundidad y extensión es Baruch Spinoza. Para ir hilvanando con riqueza las diferentes cuestiones haremos un breve trabajo comparativo: por un lado los principios de de la filosofía de Spinoza, descritas principalmente en su obra “Ética demostrada según el orden geométrico”, y los de la filosofía Yoga Siddhanta (entendiendo por ello la tradición Tamil del Yoga de los 18 siddhas).
Como punto de partida, Spinoza aboga por salir del problema de la dualidad (tan arraigado a la raíz en el pensamiento occidental), afirmando que el universo en su totalidad es una única Sustancia que todo abarca, nada está fuera o por encima de ella. La define como “por Dios entiendo el ser absolutamente infinito, es decir, la sustancia que consta de infinitos atributos, cada uno de los cuales expresa una esencia eterna e infinita” (E, 1,6). Su posición, pese al enrevesado lenguaje metafísico, desde la que edificará su pensamiento es por lo tanto un monismo absoluto.
La filosofía Siddhanta parte un mismo eje o realidad, a saber, que todo lo que conocemos y lo que no conocemos es parte de la sinfonía divina, no diferente a nada, que todo tiene su causa y origen en un Absoluto, que contiene todo. En la trilogía de Kriya Yoga, concretamente en “La Llave Maestra para todos los males”, Babaji nos dice:
“Yo soy el Ser Absoluto y Supremo, a la vez dentro y fuera de la finitud. Yo soy la Verdad, eterna y duradera. Yo soy el Único, todo en Mí mismo. Nada existe excepto yo, dentro y a través de todo lo que existe. Yo soy siempre Toda Existencia misma...Soy el Uno y el Todo y soy siempre todo Yo Mismo. Nada más existe” (LlMTM pág 246,247). El Kriya Yoga y la filosofía Siddhanta parte por tanto, del mismo modo, de un principio macro universal, un monismo absoluto.
Por lo tanto, para ambas perspectivas, “Dios es causa inmanente y no transitiva de las cosas” (E, I, 18), la realidad no es una creación artífice de un arquitecto o relojero, al modo a que estamos acostumbrados (eso sería propio del dualismo, mundo/creador, obra/arquitecto, Creador/criatura), aquí el Absoluto lo abarca todo, nada es diferente de Él, todo está contenido. El místico alemán del siglo XIII, el Maestro Eckhart apunta claramente en la misma dirección, al decir “no hay Dios sin mi, ni mi sin Dios” afirmación que provocó el enfado y la reprimenda de muchos de sus contemporáneos.
En el caso de Spinoza dirá que nosotros, los seres humanos, los árboles y los animales... somos atributos de Dios, partes constituyentes de la Sustancia infinita. No se trata de igualar todos los planos, como tantas veces se pretende, el ser humano obviamente posee unas particularidades que lo hacen especial, sin caer necesariamente en el antropomorfismo. No quiero meterme de fondo en ello, apuntaba Sri Yukteswar (maestro de Yogananda), que entre otras cosas, la médula espinal del ser humano es única entre las criaturas (lo que significa que no todas las criaturas están en igualdad de planos).
En el despliegue de la vida hay una participación en lo divino, y a medida que iniciemos el desvelamiento de nuestra verdadera naturaleza, (conocer lo que somos), participaremos en mayor medida de la realidad divina en la que nacemos, siempre a través de nuestros actos y pensamientos. Todo es en Dios y sin él nada puede ser ni concebirse, lo cual apunta a que no se trata del Dios personal y trascendente de la teología, sino de la naturaleza expansiva e indivisible. No es un determinismo sino, como veremos más adelante, es una co-acción de potencias, donde cada uno a través de sus actos dibuja su destino incrustado en un plano mayor.
Este es un punto crucial, ya que hay un esfuerzo mucho mayor por comprender lo que somos, que por describir pomposamente una filosofía que eleve un edificio cristalino de conceptos sin correlación con lo real. Tampoco se intenta juzgar o ridiculizar las diversas posiciones que fueron emergiendo a lo largo de la historia del pensamiento, Spinoza atiende a su experiencia personal con gran profundidad y grandes destellos de genialidad pariendo una filosofía realmente genuina. Hay un claro intento de dilucidar y conocer hasta las últimas consecuencias, pues lo que está en juego es la propia felicidad.
La filosofía Siddhanta apunta en la misma dirección, la de la identificación y participación de la divinidad a través de nuestros actos y pensamientos, subrayando la comprensión o conocimiento por encima de los juicios particulares. Ambos planteamientos abogan por la comprensión inicial de la circunstancia humana, antes que juzgar la escena teatral que nos rodea desde nuestra tribuna personal. Sólo así podemos abrirnos paso en la telaraña de la existencia.
En palabras más sencillas, el ser humano pocas veces presta atención a ello, mira más al exterior que al interior, acostumbrado a buscar la felicidad siempre hacia fuera, en lo externo, como tan acostumbrados estamos. Las razones culturales y sociales que marcan esta etapa de la historia, la era global de las comunicaciones masivas, son diversas y complejas a la hora de sintetizarlas brevemente. Lo que si podemos dilucidar con claridad son sus consecuencias, donde nuestra cultura proyecta, como nunca antes, el alimento de la felicidad en lo externo y material, traducido en un consumismo desmesurado, el éxito, el mal entendido hedonismo, lo instantáneo y el dinero, que forman la piedra angular de la felicidad para la mayoría de las personas. Todo ello adornado por un nihilismo virtual propio de las sociedades híper tecnológicas que reduce la felicidad a la cantidad de “likes” que uno recibe. El cumplimiento de los estándares sociales instaurados externamente, especialmente la belleza, que en los últimos años se ha convertido en la tiranía del ego, incluso por encima de la propia salud, ejemplificado en que las personas antes querían salud, mientras que ahora prefieren tener un cuerpo diez. Incluso ahora se disculpa la ignorancia en aras de la belleza externa, puedes ser un bobo, pero si estás bueno, todo está bien, en ese punto estamos.
Es una carrera en la que estamos inmersos, que bajo una atenta mirada es una camino que lleva a ningún sitio. Si me va bien y cumplo los estándares antes mencionados, soy feliz, si no es así sufro. Por lo tanto, actualmente el bienestar o felicidad está en dependencia total con las circunstancias que a uno le envuelven, el foco está puesto en los elementos externos. Incluso cumpliendo la larga lista, la propia polaridad que genera el placer en la rueda del Samsara, hace que personas ricas y exitosas sean profundamente infelices, y eso es porque el ideal de felicidad que nos venden es una auténtica estafa.
Ello conduce a la larga a un camino de dolor, que no podemos evitar mientras el ruido del mundo no nos deje dilucidar algunas cuestiones esenciales. Atenazados por temores y alimentados por numerosas limitaciones, uno se pierde en la compleja trama de la vida humana y se ve totalmente arrastrado por ella. Ante esta circunstancia el dolor y el sufrimiento emanan como el magma de un volcán, desbordando nuestros proyectos e ilusiones, sin saber que es el miedo y la ignorancia, como si de un tiburón se tratase, que está jugando con su presa antes de devorarla en el fondo del océano.
En la filosofía del yoga ocurre lo mismo, parafraseando a Patanjali, aquel que no reposa en su naturaleza (el olvido o la ignorancia de lo que uno ES), está condenado al baile del mundo, adopta las formas de las oscilaciones de la mente, un devenir constante de imágenes y deseos que vuelven la vida misma, en último término, en un asunto agotador e incomprensible. La avidyia (ignorancia) le lleva a uno por laberintos oscuros gobernado por los acontecimientos que le rodean, en una rueda que gira a gran velocidad y nunca parece detenerse. Es el vivir en una ceguera permanente cuyo resultado es impredecible y doloroso hasta el agotamiento.
Spinoza señala que aquel que es capaz de elevarse del miedo y las supersticiones, el que ponga atenta escucha a su ser, obrará acorde a su naturaleza particular, que se traduce principalmente en alegría y participación de lo divino. Para Spinoza, conforme uno va descubriendo su verdadera naturaleza, su potencia de actuar se dispara, pasando a un mayor perfeccionamiento y participación de lo divino, su resultado es una vida feliz y serena, el propósito de toda ética. Es la salida de la ignorancia, la emancipación personal, la mayoría de edad que se decía en la Ilustración kantiana, el no plegarse al pensamiento ajeno sin antes observar uno detenidamente. Actuar haciendo oídos sordos, sin indagar en lo profundo de nuestro ser, conlleva un aminoramiento de la potencia del Ser mismo, traducido en imperfección y tristeza, arrastrado por las pasiones que dominan los actos de las personas bajo un falso velo de ejercicio de libertad.
Ante tal situación de profundo desconcierto, Spinoza señala la posibilidad de un empeño personal en transformar la propia vida, como verdadera prueba de su filosofía:
«Después que Ia experiencia me había enseñado que todas las cosas que suceden con frecuencia en Ia vida ordinaria son vanas y fútiles, como veía que todas aquellas que eran para mí causa y objeto de temor, no contenían en sí mismas ni bien ni mal alguno a no ser en cuanto que mi ánimo era afectado por ellas, me decidí, finalmente, a investigar si existía algo que fuera un bien verdadero y capaz de comunicarse y de tal naturaleza que, por sí solo, rechazados todos los demás, afectara el ánimo; más aún, si existiría algo que, hallado y poseído, me hiciera gozar eternamente de una alegría continua y suprema» TRE, parágrafo 1.
Encontramos numerosos obstáculos para tal propósito y su cumplimiento. El ser humano se cree libre cuando los actos del mundo le dominan, ignorando las fuerzas que conducen sus actos y voliciones, creyendo para sí mismo que tiene un perfecto gobierno de sí. Esa ignorancia le hace sentirse libre cuando no lo es, los afectos/afecciones externos dirigen sus actos y su grado de libertad es sumamente reducido mientras sea incapaz de ver el funcionamiento de su psique, más bien está totalmente determinado por las circunstancias que le rodean, no hay un por lo tanto un "actuar", sino más bien un zarandear de las pasiones que nos gobiernan fruto de nuestras deseos. Pero más allá de ese pesimismo inicial hay luz al final del camino, al alcance de los que afrontan los embates del alma y luchan por la alegría constante y elevada, encarnando un ideal de sabio que ha sabido elevarse por encima del mundo sin renunciar en ningún momento a él, más bien abrazándolo hasta las últimas consecuencias.
Por lo pronto la ignorancia y el miedo es uno de los principales males que recoge el filósofo holandés en aquellos seres humanos incapaces de encontrar una vía o camino para la felicidad, especialmente a la hora de nadar contra corriente. Por ello con frecuencia arropados por el temor y el desconocimiento se aferran a las supersticiones o las ideas vigentes sin cuestionarlas, intentando imponer su línea de pensamiento cada vez que ésta se vea amenazada, como tantas veces a pasado a lo largo de la historia. Lejos de pensar en utopías irrealizables Spinoza aboga por una reconversión expansiva, al igual que el Kriya Yoga, enfatizando que se puede ser feliz aquí y ahora, y que en resumidas cuentas es nuestra responsabilidad, y no vale echar las culpas al vecino:
“Todas las ciencias y quehaceres deben subordinarse a ese objetivo de perfeccionamiento (TRE, 15, 16), que desde nuestro punto de vista es desarrollar (vivir y explicar-entender) las interacciones temáticas entre naturaleza / conocimiento / alegría.”
Conducido al plano de la acción humana, la felicidad para Spinoza es el continuo poder-saber-gozar, que se retroalimenta sin fin, tanto en sentido ético como político (social, facilidad de convivencia). En el Kriya Yoga al referirse a la felicidad es comúnmente nombrada la tríada Satchitananda: existencia-conciencia-gozo. Queda aquí clara la existencia de similitudes y puentes que en este caso se da entre el pensamiento oriental-occidental.
De todo ello también se desprende el respeto escrupuloso por toda forma de vida que encaja en el pensamiento ecosistémico de Spinoza, a la par que con el yoga, donde ese respeto por todos los seres, se sostiene con la misma fuerza, como fácilmente cabría interpretarse, y de la que se desprende toda una filosofía que incluye el respeto a la naturaleza, arrastrada a una crisis tan profunda en estos días.
La filosofía Siddhanta apunta en la misma dirección, la de la identificación y participación de la divinidad a través de nuestros actos y pensamientos, subrayando la comprensión o conocimiento por encima de los juicios particulares. Ambos planteamientos abogan por la comprensión inicial de la circunstancia humana, antes que juzgar la escena teatral que nos rodea desde nuestra tribuna personal. Sólo así podemos abrirnos paso en la telaraña de la existencia.
Es extremadamente importante no olvidar el control del deseo y los apegos, que resulta fundamental en esta lectura, y que en muchos casos constituye la esencia de toda la filosofía de Spinoza, la mirada atenta de nuestras voliciones, impulsos y apetitos son la base sobre la que construir ese estado de aceptación y alegría de la realidad sin cortes o mutilaciones.
Como bien señala Luciano Espinosa Rubio, catedrático de la Universidad de Salamanca, experto y profundo conocedor del pensamiento de Spinoza, y uno de mis profesores más queridos:
"Visto con perspectiva amplia, habría que decir que la esencia humana consta de energía básica, cognición, sentimientos, actitudes e intereses radicales en el medio histórico, social y natural de la propia biografía... el control del deseo supone apertura y es un proceso constante, y su registro va desde la salud hasta la felicidad serena, lo cual incluye cultivar todos los aspectos de la vida y crear una cultura que propicie la expansión íntima del sujeto...Se trata al fin, de aligerarse de cargas innecesarias, de efectuar una terapia profunda de autoliberación, de aprender a humanizar esa energía primordial que compartimos con el árbol, el tigre y las estrellas" (IGS pg 72).
Más allá de la situación de profundo desconcierto, Spinoza señala la posibilidad de un empeño personal en transformar la propia vida, como verdadera prueba de su filosofía. Para terminar, vemos cómo ambos pensamientos apuntan al conocimiento y a la salida de la ignorancia para volver la cara a Dios, Ishvara o La Madre Divina. Así apunta a ello el Kriya Yoga de Babaji y también el propio Spinoza cuando dice:
“Así, Ia suprema virtud y el supremo bien del alma es conocer al ser absolutamente infinito (Dios), fuente de todo ser y conocer, donde reside toda garantía y plenitud; saber en el que todas las naturalezas particulares confluyen sin divergencia posible, ya que tal comunidad en Ia virtud nace de Ia «naturaleza misma de Ia razón, pues ello se deduce indudablemente de Ia esencia humana misma, en cuanto definida por Ia razón, y el hombre no podría ser ni concebirse si no tuviera Ia potestad de gozar de ese supremo bien” (E, IV, 36 esc.)
Marshall Govindan viene a decir prácticamente lo mismo:
“La persona de Auto-realización espiritual se convierte en un "trabajador divino", encontrando lo Divino no sólo en sí mismo, sino en todos los seres. Su igualdad integra el conocimiento, la acción y el amor, y los caminos del yoga de jnana, karma y bhakti prescrito en el Gita. Habiendo realizado su unidad con todo en la dimensión espiritual, su igualdad está llena de simpatía.” (YS, pág 223.)
Se ha visto, por otro lado, que no hay lugar para lo que suele llamarse sobrenatural, pero la intención última es rebasar la simplificación inevitable de términos como panteísmo, ateísmo..., que apenas he utilizado, susceptibles tanto de una lectura mística como materialista, pero ambas unilaterales, reduciendo su significado a una igualdad de planos que no se corresponden y que podrían provocar una mayor confusión. También se ha visto como las verdades del Ser expresadas en el Kriya Yoga son compatibles con discursos filosóficos lejanos en el tiempo y el espacio, de figuras mucho más cercanas como lo fue el pensador holandés Baruch Spinoza.
Bibliografía:
E Ética demostrada según el orden geométrico, Spinoza Baruch, traducción de Atilano Dominguez.
LlMTM Llave Maestra de Babaji para todos los males, Babaji Nagaraj, 2ed, 2003
TRE Tratado de la reforma del entendimiento, Spinoza Baruch, traducción Atilano Dominguez.
YS El Yoga de los 18 Siddhas, edición T.N Ganapathy y Marshall Govindan, 2003.
IGS Una interpretación general de Spinoza, Luciano Espinosa Rubio, Universidad de Salamanca 1997.