La primera pregunta que surge para algunos escépticos es si se puede hablar de filosofía en oriente. Puede haber quien piense que la filosofía es un tema exclusivamente occidental y que en oriente se desarrolló una pseudo filosofía difícilmente comparable.
El desarrollo de la filosofía a lo largo de los siglos en occidente, ha propiciado una situación paradójica a la hora de aceptar el pensamiento oriental como dentro de ese campo. Los grandes esquemas y corpus filosóficos occidentales distaban tanto de las formas de exposición y entendimiento de la realidad oriental, que muchos dudaban de que se tratase verdaderamente de filosofía.
Si la filosofía es un estudio lógico, cerrado, totalmente estructurado, racional y en el que las palabras y conceptos expresan todos los matices a modo de Descartes o Kant, entonces diría que prácticamente no ha existido filosofía en Oriente. Si por otro lado tomamos la filosofía como un modo de responder a las preguntas esenciales que conciernen a la vida de cada uno, dotada de una disciplina existencial, al modo de Nietzsche o Schopenhauer, entonces indudablemente hubo filosofía.
Este debate hoy en día está servido, a mi modo de ver los occidentales no hemos encerrado en nuestro propio discurso. Poco a poco se está produciendo una apertura al pensamiento oriental como una vía alternativa, que aunque difiere de forma y contenido, enriquece sin lugar a dudas la perspectiva casera que tenemos, todo ello impulsado por el fenómeno global. Precisamente aunque el acercamiento se va evidenciando, corremos el riesgo de no digerir adecuadamente las nuevas formas culturales que se nos ofrecen. Al margen de no caer en estúpidas modas comerciales, es recomendable abrazar esta nueva forma de ver el mundo con cautela, para no distorsionar el verdadero sentido del discurso, en una visión superficial y malinterpretada de los tesoros que contiene. Es realmente necesario un dialogo y compatibilidad de ambos pensamientos, más aún cuando el mundo tiende a una globalización que ya nadie puede negar, abrirnos y poner en movimiento dos formas diferentes de abordar el mundo en sus múltiples facetas, mostrarnos nuevos horizontes y ver la realidad como un conjunto y no desde un “concreto”.
La filosofía en países como la India, China y Japón, estuvo ligada a la religión y a la espiritualidad desde sus comienzos. Esto se debe a diferentes formas de plantear el tema. En occidente sencillamente hubo una escisión entre el conocimiento humano a la luz natural de la razón, y las verdades reveladas. Como es típico de nosotros categorizamos esas dos formas de la realidad, filosofía y religión. En cierto sentido, la historia intelectual de occidente ha pivotado sobre esas dos formas de concebir el mundo, y su desarrollo es una oposición entre filosofía y religión, entre fe y razón. Como bien expresó a lo largo de su obra el filósofo español, Miguel de Unamuno, la lucha entre verdades divinas, reveladas desde lo alto en contraposición con el pensamiento propio, la autonomía de la razón humana en oposición a esa revelación dada.
En consecuencia, los occidentales hemos ido cerrando en compartimentos estancos, esferas del conocimiento totalmente independientes unas de otras, como la lógica, la filosofía puramente teórica, la física, la química, la biología, la medicina, la psicología, la sociología, la estética, la religión….Nos poníamos a mirar un árbol y cada una de sus ramas, olvidando lanzar una mirada completa al bosque.
En oriente el panorama cambia totalmente, países como la India y China, filosofía y religión están estrechamente unidas. La esfera del conocimiento está estrechamente vinculada a la esfera práctica. Las verdades del conocimiento son verdades de la práctica y viceversa. Este acento en la unión de lo que en occidente era autónomo fue lo que propicio que en oriente no emergieran doctrinas puramente teóricas sobre el mundo, el hombre o Dios. Porque ellos abarcaban una realidad completa, bajo un mismo plano, todo estaba interrelacionado y de alguna manera era imposible separar estas esferas porque una no se da sin la otra. Hay una necesidad vinculativa en sus escritos, no parten el conocimiento en partes y las analizan, porque para ellos la relación entre distintos campos es tan evidente que resulta inseparable. El sometimiento a una práctica es esencialmente necesaria para la totalidad de las tradiciones orientales, y el Kriya Yoga de Babaji no es una excepción, se trata de práctica y experiencia, más allá de la lectura trascendental y el placer intelectual.
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