domingo, 17 de marzo de 2019

La filosofía del Yoga de Patanjali (I)

Mircea Ileade en su obra sobre el yoga de Patanjali, sostiene que el yoga es una disciplina que proyecta un potente sistema filosófico descrito en los su forma clásica por los Yogasutras del siddha Patanjali. Entenderlo o aglutinar sus diferentes partes en la cabeza no es tarea fácil, por otro lado hay un gran número de elementos que coinciden con otros pensamientos espirituales que germinaron en la India con los que comparte puntos de vista esenciales.

El punto de partida filosófico en la que nos situamos es el sufrimiento. En la India el ser humano busca la liberación del sufrimiento en la existencia.
"Todo es sufrimiento para el sabio", escribe Patáñjali (Y-S., II, 15). Mucho antes que él, el Buda había proclamado: "Todo es dolor, todo es efímero".  La vida, llena de altibajos y abruptos giros, trae consigo un dolor y un padecer cuya eliminación, es la aspiración máxima no sólo del Yoga, sino también del Samkhya, Jainismo, Hinduismo o el Budismo. "El cuerpo es dolor porque es el lugar del dolor; los sentidos, los objetos, las percepciones, son sufrimiento porque conducen al sufrimiento; el placer mismo es sufrimiento, porque el sufrimiento le sucede" (Aniruddha, en su comentario a S-S., II, 1). Mientras que los europeos a lo largo de la historia del pensamiento dirigían sus fuerzas a demostrar la existencia de Dios, el pensamiento indio se afanaba a una tarea, liberarse del sufrimiento de la existencia.

Sin embargo, este planteamiento inicial no decaerá en una filosofía pesimista, ninguna de los caminos propuestos por la mayoría de las tradiciones filosóficas indias cae en la desesperanza. Y es que a pesar de este terrible escenario de inicio hay solución, el sufrimiento universal si sabemos manejarlo para liberarse no es definitivo. Liberarse del sufrimiento es el fin de todas las filosofías y de todas las místicas de la India. Ésta tarea se vuelve el núcleo más importante del pensamiento indio, y aunque hay múltiples caminos y propuestas, el fin es siempre el mismo, cultivar la ciencia que nos emancipe del dolor y nos libere.

Para el yoga la situación está muy clara, sufrimos porque ignoramos nuestro verdadero espíritu, nuestro verdadero Sí mismo, y nos identificamos con los fenómenos psicomentales… y la liberación no se producirá hasta que resolvamos esa confusión. Las personas creen en efecto que su vida psicomental (nuestros deseos, sensaciones, pensamientos…) es idéntica al espíritu, al Si mismo. Confunde dos realidades opuestas, ve la Naturaleza y sus fenómenos (prákrti) como lo eterno e imperecedero (púrusah). La vida de la persona ordinaria está sumergida en potentes torbellinos psicomentales que fluyen incansablemente y le hacen identificarse con los mismos, creyendo que él es esencialmente eso, un ser humano participando de la realidad fenoménica. Esta terrible confusión entre lo que somos y lo que creemos ser nos vuelve partícipes de una ignorancia que acarrea una existencia de sufrimiento.

Es aquí donde se produce un lapsus, ya que el ser humano se apega a la realidad ilusoria de los movimientos de la mente y las interpretaciones que esta hace sobre el mundo. Aquí es donde nace la ignorancia de carácter metafísico: confundo mi ser eterno con la imagen del ego, y me veo totalmente arrastrada por ella. Lo peculiar aquí es que mi ser eterno nada tiene que ver con mi ego, yo no soy mis pensamientos, ni tampoco todas las circunstancias que se suscriben en mi vida, mi ser eterno es inmutable e imperecedero, el ser humano ordinario lo ignora porque se ve imbuido en todo un torrente de actividad psicomental y se ve arrastrado por ella. La liberación se obtiene cuando uno cala en esta verdad. El liberado fulmina la falsa imagen que tiene de sí mismo (ego), y se identifica plenamente con lo que verdaderamente Es.

El espíritu “es el que ve (sákshin, 'testigo'), es aislado (kaivályam), indiferente, simple espectador inactivo", escribe Isvarakrsh/Ja (S-K., 19) y Gaudapada, en su comentario, insiste en la pasividad eterna del púrusha. La autonomía y la impasibilidad del espíritu son paradigmas tradicionales. Irreductible, desprovisto de cualidades, el púrusha no tiene "inteligencia" (S-S., I, 146). En otras palabras, nuestro verdadero Ser espiritual no se ve afectado por nada, no es esto o aquello, es inconmensurable y eterno, indescriptible por palabras limitantes, está más allá de las capacidades de la mente habituada a producir imágenes de la naturaleza, desarrollar conceptos sobre el mundo fenoménico e identificarnos con ellos es la causa de nuestra ignorancia.

La misma posición se da en Patáñjali: en los Yoga-Sútra, II, 5, nos recuerda que la ignorancia consiste en considerar lo que es efímero, impuro, doloroso y no-espiritual como eterno, puro y de la naturaleza de la beatitud y del espíritu. Vyása (comentario a Y-S., II, 18) insiste una vez más en que la percepción, la memoria, el razonamiento etc, pertenecen de hecho a la inteligencia (buddhi) y que únicamente por efecto de una ilusión se atribuyen al púrusha esas facultades mentales.

Como dice Mircea Ileade, “Constituye una ilusión creer que el espíritu es dinámico porque la experiencia mental lo es. En realidad, no se trata sino de una relación ilusoria (upadhi) debida a una "correspondencia de simpatía" entre el Sí-mismo y la inteligencia. De toda eternidad, el espíritu se encuentra arrastrado a esta relación ilusoria con la vida psicomental (es decir, con la "materia"). Ello se debe a la ignorancia (avidyá) (Y-S., II, 24) y, mientras la avidyá se mantenga, ahí está la existencia, en virtud del karman, y con ella el dolor. Insistamos un poco sobre este punto. La ilusión o ignorancia consiste en confundir el inmóvil y eterno púrusha con el flujo de la vida psicomental (S-S., III, 41). Decir: "sufro", "quiero", "aborrezco", "conozco" y suponer que el sujeto "yo" se refiere al espíritu, es vivir en la ilusión y prolongarla; pues todos nuestros actos e intenciones, por el solo hecho de depender de la prákrti, de la "materia", están condicionados y regidos por el karma”.



viernes, 8 de marzo de 2019

Schopenhauer y oriente


El mundo es mi representación: esta es la verdad que vale para todo ser viviente y cognoscente, aunque solo el hombre puede llevarla a la conciencia reflexiva abstracta: y cuando lo hace realmente, surge en él la reflexión filosófica. Entonces le resulta claro y cierto que no conoce ningún sol ni ninguna tierra, sino solamente un ojo que ve el sol, una mano que siente la tierra; que el mundo que le rodea no existe más que como representación, es decir, solo en relación con otro ser, el representante, que es él mismo...” (El mundo como voluntad y representación, 1818).

Schopenhauer fue el primer filósofo occidental en la que su filosofía brota genuinamente de escritos lejanos procedentes de la India, Su filosofía está en perfecta consonancia con textos de los Upanishads. En un primer lugar para Schopenhauer el mundo es básicamente representación, la realidad que percibimos es una representación del sujeto que la conoce, del ojo que la observa. Por otro lado nos dice que el principio cósmico y fuerza generadora de todo lo que existe es lo que él llama “voluntad”. La voluntad en este terreno no guarda cercanía con el concepto de voluntad al que estamos habituados. La voluntad es el inefable principio con el que el universo se despliega, una fuerza primordial que subyace todo lo que acontece en el cosmos, y en última instancia todo lo que existe. La posición de salida del ser humano es el dolor, no es una filosofía pesimista, al igual que el budismo o el yoga de los Yogasutras tampoco lo son, describe sin cortapisas la situación de fondo a la que todo ser viviente en algún momento se ve sometido. Si juntamos que el sujeto es el que representa, que en el mundo existe un principio de dolor y sufrimiento del que es posible emanciparse, y que la sustancia o principio cósmico que sostiene la realidad total del universo es una y la misma en todas las circunstancias, obtenemos una filosofía genuina desde el punto de vista occidental que guarda ineludibles referencias a las filosofías de corte oriental que buscan la liberación del sufrimiento aquí y ahora. Schopenhauer tenía muchos recursos y esto le permitió viajar a la India donde pudo empaparse de toda la filosofía que desprendían los grandes sistemas indios, él la exportó y la presentó en un lenguaje propio de la filosofía europea.